viernes, abril 26, 2024
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Frases para un hombre de Estado

Parte I

Nicolás Bernardo de Maquiavelo, escritor, político y diplomático italiano, nació y murió en Florencia (1469-1527), es autor de muchas obras de diversa índole. Fue acusado de haber redactado el código de la tiranía. Pero, en el fondo de su corazón y por encima de todas sus aspiraciones, anheló siempre el ideal de la República liberal y democrática, decía: “Yo amo a mi patria más que mi alma”, admirable predicación contra la tiranía y la corrupción, es indiscutible. Su epitafio dice: “Ningún elogio puede compararse a tanto hombre”. Fue un hombre de su tiempo y de todos los tiempos, precursor de los tiempos modernos, ciudadano contemporáneo nuestro, nacido por error hace más de cinco siglos y medio. Su predicamento sobre el arte de gobernar, es digno de ser tomado en cuenta. Mencionemos algunos de sus pensamientos:
– La tendencia de los soberbios y viles es ser en la prosperidad insolentes, y en la adversidad despreciables y abominables.
– El ánimo firme es la demostración de que la fortuna no tiene poder sobre él.
– Para que los jueces puedan tener autoridad y reputación deben ser de edad avanzada.
– La ley no debe remover las cosas pasadas, sino más bien proveer a las futuras.
– Aquel que juzga debe escuchar pacientemente a las partes y dar razón y justicia con imparcialidad a quién la tuviere.
– En las condenas han de usarse humanidad, discreción y misericordia.
– En los gobiernos bien constituidos, las leyes se sancionan teniendo en cuenta el bien público y no la ambición de unos pocos.
– Quién por las leyes no está regido, comete los mismos errores que la multitud desenfrenada.
– De las leyes nacen la buena educación. De la buena educación nacen los buenos ejemplos.
– La ruina de los romanos sobrevino solamente por la no observación de la justicia, puesto que habiendo pecado sus embajadores sobre el jus gestium, por lo que hubieran debido ser castigados, fueron en cambio premiados.
– Nunca fue tomar sabio partido el conducir al enemigo a la desesperación.
– El príncipe nunca debe quitar a los magistrados todo signo de honor y de autoridad concentrándola en sí mismo.
– No se puede llamar virtud matar a sus conciudadanos, traicionar a los amigos, ser desleales, no tener piedad, no tener religión; con todo lo cual puede adquirir el imperio, más no la gloria.
– El temor de Dios facilita cualquier empresa que en los gobiernos se proyectare.
– Donde religión hubiere, se presupone todo bien; donde faltare, todo mal se presupone.
– Así como la observancia del culto divino es causa de la grandeza de los estados, así el desprecio del culto divino es causa de la ruina de ellos.

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