domingo, mayo 5, 2024
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¡Me duele Bolivia!

Problemas diversos acorralan a quienes detentan el Poder. Gobiernan sobre ascuas, mostrando notorias vacilaciones. Cambian de discurso, de un momento a otro. De manera sorpresiva, como dirían sus propios partidarios. Las cosas que veremos más adelante. Nada está dicho, a estas alturas de la historia.
Son múltiples las exigencias que el gobierno debe encarar. De manera urgente, si las condiciones le permiten. Como reactivación de la economía, creación de fuentes de empleo, devolución de aportes, erradicación de la pobreza, adquisición de vacunas, de oxígeno medicinal y otras. Entre ellas están insertas, como bien conoce la opinión pública, algunas promesas electorales incumplidas. Habría que subrayar estas tres últimas palabras. “Otra cosa es que con guitarra”, de veras que sí. Éste refrán encaja debidamente en la realidad política actual. Es fácil prometer, pero difícil cumplir. Alguien dijo que, del discurso a los hechos, dista mucho trecho. Reducir tal distancia siempre ha costado trabajo y muchos fracasaron en el intento. Quizá peor en un país inmerso en profunda crisis económica y emergencia sanitaria. Con el erario nacional agotado, debido que los ingresos se han reducido.
El Estado, en esta coyuntura tan adversa y complicada, se ve imposibilitado de atender muchos de esos requerimientos, provenientes de diferentes sectores de la población, debido que no tiene dinero. Así de simple. Sus bolsillos están flameando, ante el menor soplo del viento. Y pecaríamos de ingenuos, indudablemente, al esperar un “milagro” que cambie esta situación. Sólo la elevación de precios de los commodities podría hacerlo. Lo demás es cuento. En este marco es poco probable que se haga efectivo el eslogan de primero los pobres. Las posibilidades no están dadas para ello. Creemos que la actitud cae, por su peso demagógico.
La era de la anunciada “Bolivia Saudí” pasó a la historia. Hablar de esa realidad, es hablar de la bonanza económica. Ese tiempo que registraba cuantiosas reservas de gas natural y que, por lo mismo, permitía el ingreso de chorros de dólares al país, por la exportación de ese recurso energético.
Entonces no había problemas financieros. Se dijo que la economía nacional estaba blindada, que las vacas gordas nunca se acabarían. Fueron distribuidos bonos, con fines estrictamente políticos. Fueron levantados “elefantes blancos” por acá y acullá. Los gobernantes habían perdido la chaveta con tanto dinero.
Ahora se hace cuesta arriba gobernar un país empobrecido, con elevada deuda externa, con altos índices de desempleo y, asimismo, de pobreza y extrema pobreza. Con la pandemia que pretende devastar a una población estimada en once millones de habitantes. Con oxígeno medicinal y vacunas en cantidades que no cubren las necesidades sanitarias. Con exigencias que, en algunos casos, no condicen con la realidad nacional.
Es dramática la situación por la que atraviesa Bolivia. Es angustiante la realidad que confronta el pueblo boliviano. Es difícil la subsistencia de los desprotegidos. A estas alturas de la historia aún no es posible ver la luz al final de túnel. Todo lo que se siente y respira es zozobra e incertidumbre. Nadie ha recuperado la esperanza ni la confianza, pese a los anuncios oficiales de que vendrían días más llevaderos.

En suma: ¡me duele Bolivia!

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