domingo, mayo 5, 2024
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Historia de Holofernes, el caballo de Melgarejo

Considerado como uno de los caballos más conocidos de la historia de Bolivia, Holofernes se codeó con los mejores personajes de su época. Relatos populares mencionan que se asomaba a la mesa presidencial a beber cerveza entre ministros, diplomáticos, obispos y generales, y su dueño, el presidente Mariano Melgarejo, hacía brindis a la salud de dicho animal. Sobre ello Alcides Arguedas reveló que el diplomático chileno Vergara Albano, en una ocasión aparentando admiración y entusiasmo, dijo: “este hábil bebedor no debe tomar solo; yo le acompañaré”.
De origen chileno, Holofernes junto a una potranca llamada Cholita, fueron traídos a nuestro país por el caballista Ramón Ballivián. El escritor Nemesio Iturri Núñez menciona que le costó a Ballivián “cada uno mil pesos de a 8 reales al contado”. A continuación, fue adquirido por Tomás Asturizaga Ayoroa, “quien lo tenía muy cuidado en su casa de la calle Evaristo Valle, de donde lo sacó engañosamente y con artificios el señor Celso Sáenz y como si hubiese sido suyo lo obsequió al general…”, escribió en el año de 1933, el investigador E. Peña Ibargüen.
Esta información contradice con lo que señaló el galo-argentino Max Daireaux y Roberto Querejazu Calvo, en las obras ‘Melgarejo. Un tirano romántico’ y ‘Adolfo Costa du Rels. El hombre. El diplomático. El escritor’, los cuales indican que el comerciante francés Adolfo Durrels “obsequió a Melgarejo dos hermosos caballos encargados a Chile. A uno se lo llamó Holofernes y al otro Durrelis”, o fue un presente de un ministro brasileño, quien se presentó junto a otros regalos y el tirano, en reciprocidad tomó un mapa de Bolivia, lo marcó con el casco del caballo y cedió esa tierra como un presente al gobierno brasileño.
Tras la caída de Melgarejo, su hermoso corcel cayó en poder de los vencedores del ‘15 de enero de 1871’. Algunos testimonios publicados posteriormente indican que uno de los combatientes le cortó las orejas, crueldad reprochada y reprendida por el coronel Juan Granier, quien mandó al caballo a la hacienda ‘El Palomar’, en Río Abajo, donde murió de vejez.
A modo de conclusión, en palabras de Tomás O’Connor D’Arlach, en su libro ‘El general Melgarejo: Dichos y hechos de este hombre celebre’ señaló: “no hemos vuelto a ver animal más lindo que aquel blanco y brioso corcel”.

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