domingo, mayo 19, 2024
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El Niño, el cambio del clima y la deforestación: qué puede estar por detrás de la sequía en la Amazonia

Julia Moióli

 

La región norte de Brasil atraviesa el peor estiaje del siglo, con serios impactos climáticos, económicos y sociales. Este tema fue el objeto del debate de los científicos que participaron en un evento organizado por la FAPESP el pasado 17 de octubre.

 

La situación de la Amazonia es crítica: en Brasil, los estados norteños de Acre, Amapá, Amazonas y Pará registraron los menores índices de precipitaciones desde 1980 entre los meses de julio y septiembre. Y en el río Negro se registró este mes el nivel más bajo de agua desde el año 1902. La más intensa sequía de la región en cien años es consecuencia del influjo del fenómeno El Niño, pero también hay indicios de que está asociada a los cambios climáticos. Este fue el análisis que efectuaron los expertos participantes en el webinario intitulado “Los eventos climáticos extremos durante los años de El Niño”, organizado por la FAPESP el pasado día 17 de octubre.

El Niño es un fenómeno que comprende alteraciones de la temperatura del océano Pacífico Tropical y en el comportamiento de la atmósfera, con su aporte a alteraciones en los vientos y en las precipitaciones en diversas áreas del planeta. En términos generales, modifica el comportamiento de los sistemas frontales (sucesiones de frentes), que se vuelven más frecuentes y persistentes sobre la región sur de Brasil provocando un incremento de las lluvias y su disminución en las regiones norte y nordeste del país.

“Por ende, durante los años en que El Niño se hace presente, suele provocar lluvias inferiores a la media en la región de la Amazonia, no solamente en el estado brasileño de Amazonas, sino también en los otros estados de la región norte del país, como así también en la región nordeste”, explicó Regina Alvalá, directora del Centro Nacional de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales (Cemaden). “Este año hemos venido observando también que los impactos de este fenómeno pueden aparecer combinados con la situación del océano Atlántico Tropical Norte, que influye en el incremento de las lluvias por encima del ecuador, pero disminuye aún más las precipitaciones en la Amazonia. Por eso debemos profundizar los estudios, a los efectos de analizar su asociación con los cambios climáticos. La situación de la escasez de lluvias debe ser objeto de un seguimiento mes por mes, incluso para decidir la implementación de medidas adecuadas tendientes a mitigar sus impactos”.

Regina Rodrigues, docente de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC), puso de relieve un reciente estudio en el cual se estimaron pérdidas económicas en términos de Producto Interno Bruto (PIB) de aproximadamente 5 billones de dólares anuales relacionadas con el fenómeno El Niño computados los años 1982-1983 y 1997-1998, con efectos que se extienden durante hasta cinco años.

“Estamos avanzando hacia otro evento de ese porte”, advirtió. “Es importantísimo subrayar que, si bien se trata de un fenómeno natural del sistema climático, los cambios climáticos derivados de las actividades humanas alteran su frecuencia y su intensidad. Diversos estudios aportan evidencias de que habrá un aumento de la magnitud de El Niño”, dijo Rodrigues.

A juicio de Gilvan Sampaio, coordinador general de Ciencias de la Tierra del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) de Brasil, existe una tendencia bastante clara que indica que los eventos extremos se volverán cada vez más frecuentes e intensos. “Los estudios apuntan que al final de este siglo viviremos en un clima de El Niño semipermanente”, afirmó.

“Hay estudios que muestran que el calentamiento de la atmósfera se está expandiendo desde la zona tropical hacia las latitudes medias, con impactos sobre el régimen de lluvias”, enfatizó Tércio Ambrizzi, coordinador del Grupo de Estudios del Clima del Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Sao Paulo (IAG-USP).

La deforestación de la Amazonia también agrava la sequía, puesto que disminuye con ella la evapotranspiración, es decir, la emisión de vapor de agua de la selva que forma las lluvias.

Y hay otros aspectos importantes que a juicio de los expertos requieren atención este año: la anticipación de la estación seca entre abril y octubre, cuando suele transcurrir entre noviembre y marzo; el exceso de lluvias en la región sur del país, especialmente en los estados de Rio Grande do Sul y Santa Catarina, y las temperaturas superiores a la media prácticamente en todo Brasil.

 

Los impactos sociales y económicos

La sequía ya está impactando sobre la población local de la Amazonia: las comunidades ribereñas quedan aisladas debido a la bajante de los niveles de los ríos, los bufeos y los peces se mueren debido a la elevación de la temperatura del agua, la producción de energía eléctrica queda comprometida y los incendios perjudican la calidad del aire.

Si bien las consecuencias económicas pueden extenderse durante años y arreciar en un futuro cercano, algunos problemas ya se hacen sentir ahora mismo: en el mes de septiembre, en 79 municipios de la región norte de Brasil, sus áreas agrícolas se vieron afectadas en más de un 80 %, de acuerdo con el Cemaden.

Alvalá subraya también que la navegabilidad de los ríos ha venido viéndose perjudicada y sufriendo trastornos, en una zona que depende de la navegabilidad para el transporte de diversos insumos. Los fabricantes de la Zona Franca de Manaos afrontan dificultades para recibir los componentes destinados a la elaboración y la distribución de sus productos en el resto del país.

“Como no es posible asegurar que las lluvias volverán a los niveles normales, es necesario actuar en la gestión de la crisis que impone la sequía con miras a disminuir sus impactos”, sopesó Alvalá. “La conformación de equipos de inspección de incendios y combate al fuego contribuye para disminuir la polución atmosférica que impacta sobre la salud de la gente, con la consiguiente merma de la demanda de insumos importantes en el área de salud”, ejemplificó.

Aunque este tipo de acción inmediata puede parecer trivial, cabe recordar que la región de la Amazonia se inserta en un área de más de 3 millones de kilómetros cuadrados, lo que requiere de acciones coordinadas, con la participación de diversos organismos y actores. En tal sentido, Alvalá puso de relieve los esfuerzos del gobierno federal, que ha venido organizando reuniones periódicas con el objetivo de monitorear la sequía en la región norte de Brasil, con articulación y acciones en el ámbito del Poder Ejecutivo Nacional.

Los investigadores apuntan la necesidad de intensificar las estrategias de planificación: “Tenemos muy claro el conocimiento de los impactos climáticos y de los perjuicios que El Niño trae aparejados”, afirmó Ambrizzi. “Por lo tanto, es posible prepararse con una antelación de tres a seis meses, especialmente en el caso de las defensas civiles.”

Los científicos hicieron hincapié en la importancia de implementar estrategias enfocadas en la planificación urbana, con planes directores más eficientes, para que la población pueda convivir con el clima más seco durante los próximos años.

Sampaio hizo mención a posibles alteraciones en las variedades agrícolas cultivadas, por ejemplo. “Es probable que deba reemplazarse el cultivo de maíz y frijol en el nordeste de Brasil, que requiere de una cantidad considerable de agua”.

 

La difusión del conocimiento

En el webinario, organizado por el equipo del Programa FAPESP de Investigaciones sobre Cambios Climáticos Globales (PFPMCG), se analizaron la intensificación de los eventos climáticos extremos en las últimas décadas y su asociación con fenómenos meteorológicos recurrentes, entre ellos El Niño.

El evento, con presentación de Maria de Fátima Andrade, integrante de la coordinación del PFPMCG, y moderado por Ambrizzi, se transmitió por el canal de Agencia FAPESP en YouTube.

En su disertación, el profesor del IAG-USP Ricardo Trindade puso de relieve la importancia estratégica del PFPMCG, que desde hace 15 años procura entender cómo transcurren las alteraciones, cómo mitigarlas y cuál es el rol del ser humano en los eventos relacionados con ellas.

Además de los ya mencionados, participaron en carácter de conferencistas Renata Tedeschi Coutinho, investigadora del Instituto Tecnológico Vale, y Marcelo Romero, docente de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) de la USP y miembro del Comité de Cambios Climáticos de la Municipalidad de Sao Paulo.

 

Los eventos extremos en Brasil y su impacto sobre las ciudades

Gilvan Sampaio, autor de una serie de libros sobre los cambios climáticos, y Renata Coutinho, quien desde 2002 estudia la influencia de los fenómenos El Niño y La Niña sobre las precipitaciones y sus extremos en América del Sur, compartieron su disertación, con comentarios de estudios recientes sobre la importancia del El Niño en la situación climática extrema actual. Y abordaron también el fenómeno llamado “Súper El Niño”, que sería el caso del de este año, con anomalías en la temperatura de la superficie del mar de 2 °C o más.

Luego Romero expuso el panel “Las medidas de mitigación y la respuesta a los eventos extremos en las ciudades”, y sostuvo que “las ciudades constituyen los lugares que elige la mayor parte de la población mundial para vivir, una tendencia que va en aumento”.

Romero llamó la atención al respecto de dos informes elaborados por el United Nations Environment Programme (Unep), el programa para el medio ambiente de la Organización de las Naciones Unidas (ONU): el primero sobre las tendencias del clima y las medidas de mitigación, con relieve referente a aspectos tales como las energías renovables (industria, transporte y construcciones), y el segundo sobre las medidas de adaptación para volver a los cambios climáticos menos agresivos, sobre todo en los ambientes urbanos. Y al tener en cuenta que difícilmente se cumpla el Acuerdo de París, subrayó la importancia de las medidas de crosscutting, esto es, aquellas que aúnan estrategias de mitigación y de adaptación, como en los casos del plantío de áreas verdes, la restauración de ríos y la agricultura urbana.

Regina Alvalá se encargó de esbozar un panorama de los impactos de los eventos extremos más recientes, asociados al fenómeno El Niño actualmente en curso. La investigadora hizo mención a cifras alarmantes: “Entre los días 1 y 4 de septiembre, se registraron aproximadamente 300 milímetros de lluvias, que impactaron sobre 103 ciudades de la región de Rio Grande do Sul. Esto es prácticamente el doble que la media climatológica esperable para el mes de septiembre”.

Asimismo, el Cemaden emitió en el mes de septiembre 173 alertas, relacionados en un 75 % con municipios de la región sur de Brasil, al tiempo que registró 194 eventos, de los cuales el 87 % asociados a inundaciones y deslizamientos de tierra.

Alvalá aportó también datos sobre el monitoreo de las actuales condiciones de sequía, y sobre los riesgos de sequía en la agricultura familiar, una noción que abarca a la severidad y a la vulnerabilidad socioeconómica, que varía de región a región (pese a que es más impactante en el nordeste, también es significativa en el norte y menos expresiva en el sur); sobre el volumen de energía almacenada para diferentes sistemas de embalses (una disminución del volumen de energía almacenada en las regiones norte y nordeste de Brasil y un aumento en la región sur), y sobre los riesgos de incendios, con más de 340 municipios con altos niveles de alerta… (Agencia FAPESP).

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