domingo, mayo 5, 2024
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Diálogo y concordia, medios de unidad

Cuánta importancia tiene el hecho de que Dios, al crear el universo, haya usado Su palabra, el poder que transmitía Su voluntad. Lo que hizo Dios tan sólo usando el medio creado por Él, fue marcar los rumbos de la humanidad, y lo hizo tan sólo con una palabra; para hacer su obra completa, dio a los hombres –de todos los tiempos– palabras certeras, ciertas, ajustadas a la verdad, correctas y justas con miras a complementar lo hecho. Dialogar, convenir, acordar, concordar, decidir, disponer y otros términos válidos para realizar lo convenido, lo acordado con miras a sentar las bases de paz y tranquilidad precisas para uso de la humanidad.
Diferencias, discordancias, desavenencias separan a los hombres y los hacen contrarios a sí mismos, a buenos propósitos y mejores intenciones. Luego, concordando se dialoga o charla o concuerda en que todos pueden llegar a lo cierto y verdadero para beneficio del conjunto que buscaba lo encontrado y que sólo estaba extraviado. Acuerdos que se complementan y hacen verdades lo que estaba en dudas.
Así, por ejemplo, charlas y manifestaciones entre discrepantes pueden dar solución a dificultades en el Perú y podría darlas en Bolivia que se cree vive dislocada, dividida, cuando todo muestra cuán única está y que tan sólo por ausencia de diálogo se muestra desunida, separada, dislocada y hasta quebrada en partes. Cuando las oportunidades lo permiten, logran unirse las partes, pues son los caprichos y discordancias los factores que los separan por simples poses de soberbia: federaciones, sindicatos, gente de toda laya y pueblos enteros conciencialmente se saben y sienten unidos con miras a los mismos objetivos, y dialogando, concuerdan en lo mismo: son una parte indivisible del todo porque integran el mismo país, conjuncionan idénticos ideales, gobierno y pueblo son idéntica y única institución que no acepta en ninguna de sus partes la posibilidad de división. Entonces, gobierno y pueblo aciertan y yerran por los mismos cauces unidos por los mismos sentimientos.
Es, pues, urgente que todas las partes aúnen esfuerzos y sentidos de la realidad para cohesionar y unificar el país en un haz de sentimientos, voluntades y realizaciones.
Entretanto, todo muestra que las manías por el populismo y la demagogia no pueden abandonar ni al gobierno ni a las entidades sociales y menos a los sindicatos que, cuando acuerden obrar más conscientemente, podrán superar lo que los separa.

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