sábado, mayo 25, 2024
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Decadencia y final del populismo

El populismo es una ideología política de teóricos venidos a menos, pero también es un insulto aplicado por algunas personas a oportunistas acostumbrados al juego de palabras y a vendedores de ilusiones a ingenuos y descreídos que pasan por la calle.
El populismo como ideología consiste en que primero la sociedad debe retroceder a la era primitiva, como a las comunidades recién nacidas de los tiempos de las tribus nómadas, y pasar al socialismo estalinista, saltando la etapa capitalista, es decir, como si a un niño de tres años que no sabe manejar el monopatín, se le entregase el mando de un avión de cuatro turbinas con 400 pasajeros.
Este populismo existió alguna vez en la vida política boliviana y produjo resultados catastróficos, poniéndose al servicio del coloniaje y el feudalismo más atrasados. Sin embargo, pese a sus fracasos volvió a sus andadas y se repitió hace poco.
En décadas recientes, este mal adquirió carácter epidémico y se extendió a algunos países que fueron sorprendidos en su buena fe por campañas de propaganda engañosa que ofrecían con palabras el cielo y las estrellas a los ciudadanos, pero, finalmente, terminó conduciéndolos al infierno del hambre, pobreza y corrupción y a título de “Socialismo del Siglo XXI” y otras lindezas.
Los casos en Latinoamérica son fáciles de recordar y su presencia fue creciente, al extremo de que la epidemia se convirtió en pandemia, sin que se pueda aplicar medidas de defensa para frenar el contagio. Sin embargo, la sociedad ya encontró los mecanismos propios para evitar mayor contaminación, así como las medicinas apropiadas para eliminarlo. La infección virulenta atacó al país del Libertador Bolívar, pero fue un fracaso absoluto, pues condujo al pueblo a la miseria y hambruna. Luego contagió el virus a otros países en desarrollo que sufrieron los mismos efectos o estaban en camino del abismo populista.
Últimamente, varias naciones se sacudieron de esa plaga, pero el caso más reciente es el de un país vecino que estaba marchando en forma desbocada al precipicio. Sin embargo, tomando conciencia de lo que podría ocurrir al dejarse llevar por la alineación ideológica populista, reaccionó sin demora y puso las cosas en orden, demostrando que no iba a ser engañado en un momento de descuido que nunca se perdona.
La economía y el orden político de un país pueden ser destruidos en dos o tres años. Pero el problema está en que su reconstrucción no es inmediata ni fácil. Generalmente dura decenios. Se debe destacar que la ideología populista aún respira por la llaga, pero puede reaccionar con más fuerza. En todo caso, se encuentra en decadencia y su final ya está a la vista.

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