lunes, mayo 6, 2024
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Realidad que debería cambiar

Los gobiernos contrarios a la inversión, nacional y extranjera, jamás, con esa actitud político-ideológica tan intolerante, lograrán reducir los elevados índices del desempleo. Sencillamente porque confrontan, ahora más que nunca, serios problemas en el rubro financiero, a pesar de que algunos presumen de estabilidad económica, en sus gestiones. Pero ella no es suficiente para crear nuevas fuentes de trabajo. Como para satisfacer las aspiraciones de mejores días, de quienes se sienten postergados.
La conjunción de esfuerzos, públicos y privados, permitiría la ejecución de proyectos de largo aliento en la agenda, referente a la creación de empleo seguro. Ahí estaría resumida la tabla de salvación y no en los discursos de confrontación de pobres y ricos. Y no en tratar de vaciar el bolsillo de los que tienen más, para distribuir a los que tienen poco o nada. Solo es demagogia, pura demagogia. Pero para que aquello se haga efectivo, se requerirá mucho trabajo e, inclusive, cerrar heridas. Se requerirá, obviamente, diálogo, concertación, entendimiento y decisiones.
La falta de empleo es una situación muy apremiante. La gente necesita peculio para comer, para vestirse, para educar a sus hijos y hasta para un entierro, digno y humano. Porque todos somos mortales, ya que la vida es corta y fugaz. Una realidad que fue agudizada por el covid-19, que surgió acá en 2020. “Por efecto de la pandemia se perdieron miles de fuentes de trabajo”, afirmó el presidente de la Cámara Nacional de Comercio, Rolando Kempff. Manejando números dijo que existían 400.000 personas desempleadas. Recordó que el gobierno, en alianza con privados, implementaba un programa de empleo, a fin de reducir la cesantía. Esperaba que continúe. (EL DIARIO, 18 de diciembre del 2020).
Probablemente el esfuerzo que hicieron los gobiernos de turno, a partir de aquel fatídico año, no fue suficiente como para ofrecer empleo, o devolver la esperanza a la mayoría de aquella gente. Y se ha masificado la informalidad. Ésta, tan cuestionada porque representa el 80 por ciento de la economía nacional y que no contribuye con tributos ni aranceles al Estado, se ha constituido en la única alternativa de sobrevivencia, para centenares de familias. Entre ellas una mayoría de desempleados. Padres, hijos y nietos dedicados a esa actividad. En ese sector radica el mayor empleo, pero “no cuenta con un ingreso estable ni seguridad social”, a decir del economista Ernesto Bernal.
Grupo social que no está protegido por el sindicalismo tradicional. Ni por quienes detentan, en democracia, el Poder. Pero que es un núcleo humano importante, con presencia en todo el territorio nacional. Capaz de cambiar el curso de la historia. No goza de las ventajas, como tantos otros. Tampoco espera dadivas de los regímenes de turno. No espera el salario mensual ni el aguinaldo anual. Posiblemente se haya beneficiado con bonos sociales, como el Bono Canasta Familiar, Bono Universal, Bono Familia y Bono contra el Hambre, distribuidos para atenuar las necesidades que provocó el virus chino. Pero luego no hubo otras novedades, de esa índole, para quienes activan el comercio en las calles.
En suma: realidad que debería cambiar, por el bien común.

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