lunes, abril 29, 2024
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Inteligencia emocional en personas con TDAH

Por: Equipo editor

 

Según la American Psychiatric Association el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es identificado como uno de los trastornos más frecuentes en la infancia y la adolescencia En este sentido muchos especialistas sostiene que entre el 2 % y el 12 % de la población pediátrica mundial se ve afectada por el TDAH. Por ello es reconocido como un trastorno psicológico caracterizado por un patrón persistente de inatención y/o hiperactividad-impulsividad que interfiere con el funcionamiento o desarrollo en el ámbito social, académico o laboral, reduciendo la calidad de vida del individuo que lo padece.

 

Según numerosos autores como el Dr. Rusell Barkley ó Villar Orjales, entre otros, ya han destacado la dificultad que los niños con TDAH pueden experimentar en el área social, especialmente en las relaciones con sus amigos o compañeros. Ellos tienen limitado conocimiento de sí mismos y de sus efectos sobre otros.

 

Esta incapacidad en el área social de los niños con TDAH viene dada, entre otras, por sus dificultades para identificar sus propias emociones y las emociones de los demás. Presentan más dificultades que otros niños en atender a las señales sociales y anticipar los resultados y las consecuencias que estos tendrán en uno mismo y los demás, lo que les provoca problemas de rechazo social, aislamiento forzado, y en ocasiones soledad crónica. Con la llegada de la adolescencia los bajos niveles de Inteligencia emocional, pueden provocar mayores niveles de conductas agresivas y comportamientos delincuentes.

 

Estas dificultades socioemocionales se correlacionan con deficiencias en su Inteligencia Emocional; es decir, en su manejo y regulación de la emoción y los afectos.

 

Las dificultades que se manifiestan en personas con TDAH generan situaciones conflictivas, lo que desencadena en rechazo social, principalmente de sus iguales (no cuentan con el niño en actividades grupales, es elegido el último al hacer grupos, etc.), y percepciones más negativas de los adultos con los que se relaciona. Suelen ser niños que no “caen bien” a los adultos. Algunas de las causas que provocan el rechazo de sus compañeros son:

  • Su exceso de actividad motriz, que interfiere en el desarrollo de las actividades de los demás.
  • La falta de inhibición les lleva a realizar comportamientos inadecuados, generalmente exagerados o fuera de contexto.
  • La falta de control motor se confunde con brusquedad.
  • Son valorados como incontrolables o agresivos debido a la frecuencia con que tienen accidentes o problemas.
  • Sus emociones suelen ser desajustadas y extremas.

 

Suelen ser rechazados por su grupo de iguales porque su grupo no suele comprender su forma de actuar ni que es algo involuntario y muy complicado de controlar para el niño con TDAH. Además, entramos en un ciclo bastante difícil de romper: al sentirse rechazado el niño con TDAH puede tender a aislarse. Todo ello le puede llevar a desarrollar baja autoestima, bajo estado de ánimo, pobre autoconcepto, etc.

 

El concepto de inteligencia emocional es conocido gracias a que en 1990 Peter Salovey y John Mayer, lo nombrasen por primera vez, como la “habilidad para percibir, asimilar, comprender y regular las propias emociones y las de los demás promoviendo un crecimiento emocional e intelectual”. Posteriormente fue acuñado por Daniel Goleman.

 

La inteligencia emocional comienza a desarrollarse desde la niñez pero el periodo clave para ella es la adolescencia. Por eso es tan importante tener este factor en cuenta cuando se tienen hijos adolescentes.

 

Uno de los objetivos principales de la introducción de la inteligencia emocional, en este caso, en el ámbito escolar fue proponerla como fuente del bienestar y equilibrio psicológico de los alumnos, además de su logro escolar. Fernández Berrocal (1998 y 1999), en uno de sus estudios diferenció al conjunto de alumnos en dos grupos: por un lado, los estudiantes depresivos y los que no lo son. Los primeros, alumnos con altos niveles de ansiedad y los del segundo grupo con niveles altos en la reparación de sus emociones. La conclusión más importante de este estudio fue que la capacidad de las personas, de conseguir prolongar los estados emocionales positivos propios e interrumpir los negativos, asegura un nivel aceptable de salud mental, entendido como ausencia de síntomas de ansiedad y depresión.

La educación en inteligencia emocional en los distintos ambientes es útil y necesaria. Entendiendo la agresividad como la tendencia a actuar de forma violenta, manifestada de forma verbal o física, puede estar relacionada con un déficit emocional, es decir, que una persona con una menor Inteligencia Emocional se implicará con mayor facilidad en la participación de conductas agresivas y antisociales. No debemos olvidar que las personas violentas no solo focalizan su agresividad hacia otras personas, también sobre ellos mismos; es decir, llevan a cabo conductas autodestructivas (consumo de alcohol, tabaco u otras sustancias), conductas que son llevadas a cabo por personas con una baja inteligencia emocional.

 

La manera de ayudar en la estimulación y desarrollo de la inteligencia emocional podría ser a través de actividades como:

 

  • Ayudarle en la gestión de sus emociones. Trabajar tanto la identificación como la gestión de las emociones es esencial a la hora de acceder al mundo socioemocional.
  • Entrenamiento de habilidades sociales: pedir ayuda, reconocer las dificultades propias, admitir los errores, saber demostrar sus sentimientos, hacer favores, etc.
  • Técnica de resolución de problemas. Ofrecernos como modelo de actuación y entrenarles en seguir los pasos para la resolución de problemas.
  • Ofrecerle alternativas adecuadas a sus conductas inadecuadas. Dejar muy claro lo que tiene/puede hacer, lo que se espera de él.
  • Evitar el autoconcepto negativo, no etiquetarle negativamente, permitirle explicarse cuando esté involucrado en un problema con otra persona, buscar sus puntos fuertes y destacarlos.

 

Muchas investigaciones avalan la importancia de trabajar, desde la más temprana edad, programas dirigidos a estimular, sistemáticamente, la Inteligencia Emocional, tanto en la población infantil en general como en aquellos niños que muestran mayores carencias en estas áreas, teniendo como objetivo reducir riesgos psicosociales tales como la salud mental disminuida, el abandono escolar, la desadaptación, el bajo rendimiento, las dificultades escolares de diversos tipos, el abandono escolar, la aparición de conductas violentas, etc.

 

El entrenar a los afectados por el TDAH a realizar ejercicios de autoconocimiento, autoexpresión emocional, la empatía y la autoestima, potenciará el óptimo desarrollo socio-afectivo, que a su vez le ayudarán a generar estrategias de autocontrol intrínsecas que palien la desregulación emocional que en ocasiones padecen los afectados en el TDAH. Todo esto les reportará beneficios tales como:

 

  • Aumentará la autoestima,
  • Aumentará las probabilidades de éxito académico.
  • Mejorará el clima familiar y escolar.
  • Repercutirá positivamente en la salud mental.
  • Aparecerán con mayor frecuencia las interacciones sociales con éxito.
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