domingo, mayo 5, 2024
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La metástasis de la corrupción

El organismo social como el organismo humano a veces es presa de ataques no solo de extraños organismos externos, como las calamidades ambientales, sino también de otros males virulentos y mortales de origen interno que, a veces, resultan peores que las primeras. En este caso nos referimos a la enfermedad de la corrupción que se ha cebado en la vida nacional con características pandémicas.
El diagnóstico de ese mal en nuestra sociedad empezó siendo un resfrío pasajero e individual, pero resultó que no se trataba de una pequeña infección local, sino que, en realidad, resultó siendo un cáncer, al cual, además, no se dio el tratamiento respectivo para que desaparezca y se produzca el retorno a la normalidad. Más aún, la aplicación de recursos caseros determinó que el empirismo agrave el mal, los tratamientos con golpes de ciego resultaron peor que la enfermedad.
Entonces, se diagnosticó que la corrupción del Órgano Ejecutivo afectado había avanzado al grado de metástasis y ya era tarde para salvar al enfermo, pese a recurrir a tratamientos desesperados, como la quimioterapia o la cirugía mayor. En tal situación, la corrupción ya estaba profundamente instalada en el paciente. Es más, había desarrollado al grado de metástasis, al extremo de haber creado raíces que llegaron a todos los órganos. En esa forma, el cáncer de la corrupción del Estado llegó a sus órganos vitales, el Ejecutivo, el Judicial, el Legislativo, a entidades dependientes, sindicatos, partidos políticos y otros, con los síntomas del narcotráfico, negociados, asaltos al erario nacional, atracos a los bancos, coimas, prevaricatos, con jueces que están en contra de la justicia y jefes de policía que son ejemplo de actos de delincuencia.
El mal, finalmente, pareciera no tener remedio y se podría decir que el enfermo está condenado a los santos óleos y ser trasladado al panteón con los pies por delante. Pero lo peor es que el mal ha hecho metástasis, no tiene solución, no hay medicina que lo cure. Ha llegado a su culminación por obra de su propia mano.
En todo caso, lo que se debe remarcar es que la corrupción es un efecto, no es la causa. Es un resultado y lo que hay que hacer es encontrar la causa del mal y erradicarla hasta lo más profundo. Luchar solamente contra los efectos es perpetuar el problema y alentarlo para que siga creciendo, con la idea de que el desorden es la solución.

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