lunes, mayo 6, 2024
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Socialismos y realidades del tiempo que vivimos

A pesar de las múltiples experiencias recogidas por la humanidad desde el año l9l7, cuando asumió el comunismo y se apoderó de todo lo que era Rusia y creó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), sobre la base del marxismo-leninismo, y muchos países abrazaron las ideologías marxistas, la humanidad ha sufrido las consecuencias de todo lo que nunca debió ocurrir. Lo vivido de nada ha servido y al calor del marxismo-leninismo, han sido creadas las doctrinas llamadas socialistas de izquierda, que han fracasado en su afán de dominar al mundo. La excepción del socialismo estuvo sobre la base de la Encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII a finales del Siglo XVIII, teniendo como fundamento a los Evangelios y a la Santa Biblia, que dieron lugar a la Doctrina Social de la Iglesia. Pero ideologías buscan que naciones del Tercer Mundo “puedan adoptar –o reponer– socialismos comunistas como tablas de salvación”, especialmente corrientes políticas de extrema izquierda.
Innegablemente, las transformaciones comenzaron con la “polis griega”, luego el Imperio Romano, la República y el Estado que, por sus características doctrinales, pueden ser calificados como Estados Liberal, Social, Socialista hasta llegar a lo que podría llamarse “Nuevo Estado Industrial”, haciendo referencia a la revolución industrial y que correspondería a un proceso de cambios que tuvieron vigencia especialmente en el campo económico, si nos atenemos a lo expresado por John Kennet Gailbraith, como diseño de un nuevo Estado, casi a la manera de la República concebida por Platón.
Así, bien se puede sostener que toda clase de Estado tiene connotaciones ideológicas que inducen a pensar en los diferentes tipos de Estado conocidos. Entre todos, resalta el Estado Liberal surgido luego de la Revolución Francesa que reconoce los derechos a la libertad, la igualdad y la fraternidad; el derecho a la propiedad privada y, sobre todo, a la separación de poderes.
Se sostiene, con mucha razón, que el nuevo estado industrial, en conjunción con las doctrinas liberales dio paso a nuevos socialismos: el Estado Social que aun respeta la propiedad privada, pero diferenciándose del Estado Liberal porque incluye a los sectores populares, especialmente a los que estaban excluidos del poder político. El Estado socialista desconoce la propiedad privada de los medios de producción y, al mismo tiempo, estatiza la actividad productiva, desconociendo la inversión privada. De modo que solo el Estado tiene la potestad de administrar los recursos naturales en las diferentes fases de explotación, industrialización y comercialización.
Luego está el Estado Corporativista, cuya naturaleza es la conformación de los gremios formados por los dueños de tierras, trabajadores por cuenta propia, pequeños empresarios y los referidos a profesionales liberales. Todos estos estados socialistas han fracasado porque, más que el capitalismo, han usado al hombre en servicio de la economía y de los intereses políticos del Estado. Todos los Estados Socialistas han fracasado y son rechazados por la mayoría de pueblos que tienen convicciones claras de libertad y vigencia de los derechos humanos. Así, se puede citar lo expresado por el gran político inglés Winston Churchill: “El socialismo es la filosofía del fracaso, el credo de los ignorantes, el evangelio de la envidia y su virtud es el reparto igualitario de la miseria”.
Años después, la señora Margaret Thatcher, Primera Ministra del Reino Unido, dijo: “El socialismo dura hasta que se les acaba el dinero… que les quitaron a los otros”. Es una verdad experimentada por todos los pueblos que han “probado” las excelencias del socialismo comunista.
Los regímenes que propugnan implantar el llamado Socialismo del Siglo XXI, conocen los extremos a que se llegó, por el aumento de la pobreza y la dependencia que dejó el socialismo en la humanidad. Pero, acuciados por intereses sectarios, buscan un retorno con la finalidad de avasallar (forma de conquistar pueblos para esclavizar a sus habitantes) al pueblo y ponerlo al servicio de intereses de la política partidista y de todo lo que sirva a la egolatría e ignorancia de quienes tienen o buscan el poder por conveniencias, como ha ocurrido muchas veces en la historia, especialmente de los últimos tiempos.

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