martes, mayo 7, 2024
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Libertad, vacunas y pases sanitarios

La libertad entendida como un derecho personalísimo basa su fundamento enteramente en garantías constitucionales otorgadas por el Estado. Las mismas libertades en determinadas circunstancias pueden llegar a ser restringidas por el mismo Estado en aras del “Bien Común”. Él positivismo francés influye, en esta forma de idealizar a la libertad como cesión de derechos a favor del llamado “contrato social”.
El libertarismo o movimiento libertario, por el contrario, sostiene que la libertad depende exclusivamente de la decisión personalísima del individuo para vivir como mejor le parezca, sin que para ello prime algún tipo de coerción o coacción estatal. La presunción de libertad, por ende, es el valor más alto dentro de una organización social, donde el Estado se hace pequeño para que el individuo pueda progresar.
Los Estados llamados a sí mismos “progresistas” ven al positivismo y su postura sobre la libertad como la máxima a seguir, pues, siguiendo esta premisa, es fácil divinizar al Estado, ya que es visto como el único ente capaz de visibilizar las necesidades humanas y luego subsanarlas. El individuo siempre estará sujeto al bien común como principio motor de toda sociedad organizada y reglamentada bajo las alas del Estado; desde este punto de vista, la sociedad se convierte en el lugar escatológico de salvación y el Estado en una manifestación cuasi divina. Esta forma de interpretar la libertad como dependiente del Estado ha derivado en diversas ocasiones en abusos y atropellos en contra de la sociedad civil por parte de regímenes totalitarios. Por otro lado, tenemos a la visión libertaria que diviniza la libertad individual, poniéndola, incluso, muy por encima de cualquier norma legal, sanitaria, etc. El Estado, desde el punto de vista libertario, solo debiera garantizar la libertad como tal, de esta forma se llega a divinizar la libertad individual importando solo el “yo”; y el “nosotros” pasa a ser una mera opción.
Ambas ideologías han venido enfrentándose en este último tiempo a raíz de la pandemia desencadenada por el covid-19, desde la visión positivista el Estado tiene el derecho y la obligación de suprimir ciertas libertades individuales y, a la vez, coaccionar a la sociedad para que realice acciones determinadas: cuarentenas, obligatoriedad de vacunación, pases sanitarios, carnets de vacunación, etc. Por otro lado, la ideología libertaria sostiene que nos encontramos en una especie de “dictadura sanitaria” y que nada ni nadie puede obligar a la persona a vacunarse y mucho menos a optar por un pase sanitario. La visión personalista se antepone a cualquier opción de comunidad.
Creo necesario puntualizar algunos preceptos: la libertad, si bien cabe dentro de los derechos personalísimos del individuo, no depende del Estado, proviene íntegramente del Derecho Natural, por ende, es un precepto divino y no un precepto humano; es por ello que el creyente tiene clara la idea de que el individuo, poseedor de una libertad dada por Dios, solo opta por arrodillarse ante su creador y no ante el Estado; también es necesario tener en claro que la libertad individual, si bien es pilar fundamental de la persona, jamás debiera estar por encima de la justicia y de la verdad, pues ambas también se revelan en comunidad.
Desvirtuar al concepto de libertad para direccionar al individuo hacia tal o cual ideología no constituye verdad, es simple manipulación. En el caso puntual de las vacunas, el derecho a no optar por ellas es totalmente válido en el pleno uso de la libertad, como también es válido solicitar en espacios públicos y privados el carnet de vacunación para preservar la salud de sus empleados y de las personas que se encuentren en estos espacios. La pregunta es ¿cuál de los dos derechos prevalece al otro? La respuesta en sí no es simple, en todo caso, la verdadera libertad radica en la creatividad, característica fundamental compartida con Dios mismo. Quizás el camino a seguir debiera ser dejar las ideologías de lado y acercarnos al otro de manera creativa, sin tapujos e imposiciones; sin embargo, tampoco se debe poner en riesgo la salud de terceros por defender posturas, en muchos casos, intransigentes.

Marcelo Miranda Loayza,
Teólogo y Bloguero.

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