domingo, mayo 19, 2024
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HDP o la industria del miedo

Luis Christian Rivas Salazar

En noviembre de 2023, tuve la oportunidad de conocer un lugar llamado La Ratonera, en Santa Cruz, donde pude apreciar una obra teatral llamada: “La tragedia de Clitemnestra”, basada en la venganza de un hijo que asesina a su madre, quien mató a su padre Agamenón. La puesta en escena divertida nos llevó, entre tamborita y música electrónica, entre carnaval y duelo, al clímax de la muerte y sangre.

Buena presentación, nos fuimos a nuestras casas a descansar lo que queda del domingo, luego, hace semanas, nos enteramos que la tragedia no había terminado. En efecto, Voyeur Teatro anunciaba su nueva obra, un experimento documental llamado: HDP, no es necesario describir qué significan esas letras, pero, por si acaso, tiene que ver con el insulto más insoportable que puede existir para una persona que aprecia su dignidad, creo yo.

El afiche de la publicación muestra una foto del Centro de Rehabilitación Santa Cruz “Palmasola” y menciona que fue ganadora del Premio Nacional Adolfo Costa du Rels – 2023. Entonces, nos dirigimos nuevamente a La Ratonera para apreciar el espectáculo y nos encontramos con una crítica valiente del problema, que llamaré: la industria del miedo. Resulta que en escena vemos la dramatización de un hecho real, a saber: después de la función de “La Tragedia de Clitemnestra”, dos actores fueron interceptados por patrulleros, quienes haciendo uso de su capital más preciado: su uniforme, requisaron el vehículo, encontrando un arma, que era parte de los elementos de utilería de la actuación teatral, que sirvió de instrumento para infundir pánico y temor, amenazas y extorsiones con base en la posibilidad de ser procesados penalmente y llevados a la cárcel, bajo el paraguas de un pseudo delito: tenencia y portación de arma sin permiso burocrático.

Los metieron presos y les pidieron dinero para “solucionar” su situación, de nada valieron las explicaciones, sobre que se trataba de un elemento sin balas, para uso escenográfico. Pero una carceleta con un vaho a orines y el pasar de las horas encerrados con otros sujetos, son una presión psicológica suficiente para que se busque dinero para entregarlo a los jueces del momento. Carceleros, pequeños déspotas de bolsillo.

La realidad tiene que ser escenificada para que tomemos conciencia de lo que sucede todas las noches en las covachas policiales de todo el país, a vista y venia de las autoridades, policías, fiscales, jueces y abogados. Mueven la maquinaria de la amenaza y extorsión a los parroquianos en las sombras de la noche, buscando la manera más fácil de actuar, empeorando la situación para que parezca grave, con actuaciones dignas de premio, para que se sienta el temor y la posibilidad de perder tiempo y dinero en la liberación. El principio de presunción de inocencia desaparece en los “DPs”, hay abuso y brutalidad en los módulos policiales, hasta corrupción, prevaricato y consorcio de jueces y abogados en los palacios de injusticia, cuya fachada debería decir, en honor a la verdad: “¡Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza!”, como en la puerta del infierno de Dante.

Seguridad, paz y justicia fueron cambiados por pesos bolivianos y dólares, bolivianos en caso de policías, dólares en caso de fiscales; cada efectivo es un recaudador del comandante o del representante del MP. Verdad de Perogrullo, secreto a voces es que cada oficina es una agencia de recaudación, mientras más se recauda, mejor elemento del sistema se es, y como no se emite recibo, factura o depósito a cuenta, es la palabra de uno contra la autoridad. ¿Cómo iniciar una denuncia si los buenos elementos son al mismo tiempo los encargados de las investigaciones? Bolivia, como dueles, con razón los turistas no quieren volver.

¿Esta insoportable situación podrá cambiar?, somos escépticos y pesimistas, desde el primer año en las aulas y facultades se enseña a cadetes y estudiantes de derecho la posibilidad de aprobar mediante medios nada académicos, luego entienden que triunfan los conocen al fiscal y juez, que el policía necesita para la “gasolina” para investigar y “moverse”. Dadas así las circunstancias, tendremos más historias para reproducirlas en las tablas del drama y la tragedia boliviana, que siempre afectará a los más pobres.

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