jueves, mayo 2, 2024
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Hipocrático 5.0

“A la luz de las velas, medio a escondidas y procurando no levantar sospechas entre el clero, Andrés Laguna (1499-1569) empezó sus estudios anatómicos. Indagar el origen de la vida y conocer los entresijos del cuerpo humano hasta entonces habían sido temas tabú. Hasta bien entrado el Siglo XIV las autopsias habían estado prohibidas por la Santa Iglesia Católica. Había nacido en Segovia en el seno de una familia judeoconversa. Como buen hombre del Renacimiento, sus ansias de saber y descubrir le hicieron recorrer media Europa. Sus estudios y teorías, demasiado novedosas para las pretensiones de la Edad Media, le granjearon el rechazo por parte de una comunidad científico-religiosa que nunca vio con buenos ojos su aperturismo y altura de miras. En 1535 escribió su texto morfológico titulado ANATÓMICA METHODUS, una obra tan emblemática que influyó en el devenir científico del mismísimo Andrés Vesalio, contemporáneo suyo y con el que coincidió en labores de investigación en París”.

La Historia ha venido a demostrar que muchos de los avances científicos que conciernen a la Medicina han sido en sus inicios rechazados por aquellos que, amparados en conjeturas clásicas, consideraban que lejos de suponer un logro para la ciencia y una oportunidad para la humanidad, suponían contravenir unas normas no escritas, que casi siempre tenían un trasfondo religioso ultraortodoxo.

La Asamblea General de la Asociación Médica Mundial reunida en Ginebra en 1948 acordó realizar una adaptación del Juramento Hipocrático (Con 2.500 años de antigüedad). En el año 2017, reunida la Asamblea en Chicago (EEUU) aprobó una nueva versión de la Declaración de Ginebra.

La persona profesional de la Medicina debe:

– Dedicar su vida al servicio de la humanidad.

– Velar ante todo por la salud y el bienestar del paciente.

– Respetar la autonomía y dignidad del paciente.

– Velar con el máximo respeto por la vida humana.

– No permitir que condiciones de edad, enfermedad o incapacidad, credo, origen étnico, sexo, nacionalidad, afiliación política, raza, orientación sexual, clase social o cualquier otro factor se interponga entre mis deberes y mi paciente.

– Guardar y respetar los secretos confiados, incluso después del fallecimiento del paciente.

– Ejercer la profesión a conciencia y dignamente y conforme a la buena práctica médica.

– Otorgar a mis maestros, colegas y estudiantes el respeto y la gratitud que merecen.

– Promover el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica.

– Compartir los conocimientos médicos en beneficio del paciente y el avance de la salud.

– Cuidar mi propia salud, bienestar y capacidades para prestar una atención médica del más alto nivel.

– No emplear los conocimientos médicos para violar los derechos humanos y las libertades ciudadanas, incluso bajo amenaza.

– Los principios fundamentales en los que se centra esta nueva relación médico paciente son los de Beneficencia, Autonomía, No Maleficencia y Justicia.

Atrás quedaron temas que en su momento provocaron controversias y más de un debate científico ético sobre su idoneidad o no. Las transfusiones de sangre y los trasplantes de órganos ya sólo son renegados por inconscientes militantes de sectas anquilosadas en demonios inexistentes.  En la mayor parte de países el tema del Aborto, que sólo debe ser visto como la garantía de la mujer de poder decidir sobre su vida reproductiva, libremente y sin presiones interesadas que apelan a creencias religiosas, que pueden ser o no compartidas, aún está más que vigente. Sólo un dato de la realidad confesional, la Conferencia Episcopal Estadounidense ha amenazado al presidente Biden con negarle la comunión por su apoyo al aborto, como si ejercer un derecho fuera un “pecado”.

Ahora surge el tema de la Eutanasia. España mediante la Ley Orgánica 3/2021 de 24 de marzo (Ley de Regularización de la Eutanasia) se suma a países como Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Canadá, Colombia y Nueva Zelanda. La nueva Ley introduce el término de la “prestación a la ayuda para morir”. Se ha pretendido dar una respuesta a una demanda sostenida de la sociedad actual, posiblemente más mediática que real. Anteponer derechos como la dignidad, la libertad o la autonomía de la voluntad a la vida y la integridad física y moral no es la cuestión. La eutanasia deberá ser solicitada debido a una enfermedad o padecimiento incurable. Posiblemente ese ofrecimiento como derecho recogido en la norma sólo vaya a ser ejercicio por un muy reducido número de personas. Pero no se les podrá negar. Como herramientas del convencimiento nos quedaran dar atenciones de cuidados paliativos de calidad y alentar a la persona desesperada que hasta el último segundo de nuestra vida merece la pena ser vivida.

Los avances científicos nos llevan a un precipicio en el que por un lado están los logros y por otros la ética, las leyes y la moral. La Deontología Médica debe asumir su papel de elemento modulador de las iniciativas científicas que cada vez superan la ficción. Los argumentarios de mirar siempre hacia delante, pensado que cada vez estamos más cerca de ser dioses, nos llevan a cuestionar la máxima de que no todo lo nuevo es bueno. Hasta la ciencia necesita de un reposo de pensamiento en el que prudencia, a pequeña dosis y mesurada, es la única forma de que los logros sean adaptados a la realidad de lo que la humanidad precisa, algo más de paz, menos conflictos y una aspiración a cierta felicidad.

Por delante tenemos grandes retos, que lejos de ser soluciones se nos pueden convertir en verdaderos problemas.

“El científico asiático Ji Weizhi y el biólogo español Juan Carlos Izpisua han realizado un polémico experimento publicado en la Revista “Cell” el pasado 15 de abril. Transferir células humanas a un embrión de macaco que había crecido de forma artificial. El resultado fueron tres embriones que a los 19 días de la fecundación llegaron a tener 10.000 células. En ese momento fueron destruidos. La hipótesis es que el cuerpo animal podría funcionar como una incubadora donde se pueda crear órganos humanos”.

“Un equipo de investigadores españoles del Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC) ha desarrollado una nueva generación de biobots (robots con una parte de su anatomía artificial y otra compuestas por células) con capacidad para autocontraerse, nadar y moverse”.

La Inteligencia Artificial nos llevará en breve a tener que discernir en quién tomó la decisión sobre temas relacionados con nuestra salud.

La identidad de género, el género fluido, el no binarismo y la teoría “Queer” son conceptos prácticamente desconocidos para la mayoría. La transexualidad no es ninguna patología. Liberar las tendencias sexuales es sólo una garantía más de la igualdad. Seguro que en algún vericueto a la hora de tomar decisiones aparecerá la firma de un profesional médico que deberá asumir la idoneidad o no.

Los cambios de sexo, la robotización de la medicina, la  obligación que asume el paciente como responsable de su salud, la negación de cuidados y el rechazo al ensañamiento diagnóstico y a las terapias más que cuestionadas, la  fecundidad a ultranza que nos ha llevado a contravenir las leyes de la naturaleza, la híper demanda sanitaria y la pérdida de autoridad de los profesionales sanitarios, no sólo en lo meramente científico sino en lo moral y lo ético, sólo son algunos de los ejemplos de lo que está por venir.

En nuestra mano está recuperar la parte de la ciencia que nos corresponde, y sobre todo que sobre nuestra conciencia siempre estará lo mejor para la persona que sufre.

¡Siempre nos quedará la Objeción de Conciencia!…

 

Dr. Antonio Ares, delegado territorial de Bahía de Cádiz del Colegio de Médicos gaditano.

 

medicosypacientes.com

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