jueves, mayo 16, 2024
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Delincuentes confesos

Álvaro Riveros Tejada

Mientras en el viejo continente continúa la desvergonzada corriente liderada por Vladimir Putin dirigida a retornar al más absorbente y discrecional zarismo,  después de haber invadido Ucrania, de la misma forma que Chile lo hizo con Bolivia en 1879 o Hitler con Polonia en 1939, no debemos olvidar que en nuestra querida patria, rebelde como es, hubo un éxodo de zares que pusieron contra las cuerdas al gobierno que los cobijó, como fue el caso del ex zar antidroga Gral. René Sanabria, preso en Miami por narcotráfico; del ex zar anticorrupción My. Fabricio Ormachea, preso por corrupto y, del ex zar anti terrorismo Marcelo Soza, exiliado en el Brasil por terror a sus innumerables bellaquerías.

Ante semejante éxodo masivo de tan linajudos personajes, nuestra capacidad de comprensión de los hechos que caracterizan la administración de justicia en nuestro país ha saltado por los aires, con la misma sensibilidad de un fusible. De ahí que resulta incomprensible constatar, por ejemplo, que los organismos de seguridad, después de una infructuosa búsqueda del capo narco Marset, similar a la de muchas personas perdidas, fallecidas y/o proclives al suicidio, y la pérdida de nuestros recursos denunciada por el presidente, como: el gas, el litio y la plata, sólo sirva para distraernos de las iniquidades que son cometidas.

Sin embargo, la gravedad del alejamiento o posterior detención de dichos personajes nobiliarios radica en que su presencia en los países donde recalaron, no tuvo el carácter protocolar de una visita a las cortes de la realeza europea o del imperio ruso, sino ante la Corte judicial de Fort Lauderdale de Miami, donde la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) de los EEUU produjo filmaciones y grabaciones que muestran a estos zares cantando mejor que Pavarotti; demostrando  que las redes de extorción son mucho más extensas que las del gas domiciliario y que sus cantatas involucran a toda una pléyade de funcionarios de gobierno, que el día de mañana podrían ser llamados a declarar ante dichos estrados, por más  antiimperialistas que se reconozcan.

Empero, ello no significa la debacle total, mientras la economía mágica o informal nos esté dando un pie de amigo para un buen pasar a los 11 millones de incautos, a quienes nos convencieron de que con plata (que ya no hay, según el presidente) hasta la pobreza es llevadera y que la vergüenza es un complejo pequeño burgués, pues está probado que en Bolivia pasa todo y, al final, no pasa nada.

Aún recordamos las afirmaciones del exvicepresidente de entonces, al señalar que “las declaraciones de Ormachea, de Soza, así como las del Gral. Sanabria eran de simples delincuentes y que la oposición de derecha las utilizaba para atacar al gobierno”. En buen romance, ello significó que estuvimos a merced de esos delincuentes, que estaban al frente de los cargos más importantes, llamados a precautelar la seguridad jurídica y personal de los bolivianos, por tanto, sus testimonios no pueden ser banalizados, sólo por haber estado detrás de rejas y sus cómplices afuera. Es más, los funcionarios que quedaron indemnes de la corruptela se apartan de este desastre aduciendo: la compra del satélite, el Teleférico, la presidencia pro tempore del G77; los múltiples doctorados “Honoris Causa”, el Museo del Benemérito en Orinoca, etc. Logros que pueden absolver a algunos bandidos seriales, pero siempre quedarán aquellos, sobre los que le gusta referirse el cocalero y, aunque Ud. no lo crea, con vocación suicida, ahora él pide, treinta años de prisión para ellos, que él gusta llamar: Delincuentes confesos.

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