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Festejos deslucidos: La Universidad San Francisco Xavier pierde prestigio

Miguel Ángel Amonzabel Gonzales

La Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca acaba de cumplir cuatro siglos, fue fundada el 27 de marzo de 1624 y marcó un hito importante en la historia educativa de Latinoamérica, germinando además la semilla del Primer Grito Libertario en 1809. A medida que avanzaba el Siglo XX, la institución comenzó a experimentar una leve disminución en el número de estudiantes de las nuevas naciones latinoamericanas, sugiriendo un declive en su calidad y reputación.

A nivel nacional, la Universidad continuaba siendo reconocida como un bastión destacado de la educación superior en Bolivia. Según datos del Comité Ejecutivo de la Universidad Boliviana (CEUB) del año 1999, el 52% de los estudiantes universitarios de la USFX procedían de otros departamentos, con un 2,9% de estudiantes internacionales. En contraste, las estadísticas de 2023 revelan una significativa caída, con solo un 30.5% de estudiantes provenientes de otros departamentos y un mero 1,6% de extranjeros. Estos números sugieren un retroceso en la relevancia nacional de la universidad, limitándose principalmente a su ámbito departamental.

En recientes días, la Universidad ha evidenciado una disminución en su relevancia, como se ilustra claramente en los festejos por sus 400 años. Las autoridades universitarias realizaron viajes con meses de antelación con el propósito de enviar las debidas invitaciones para conmemorar este acontecimiento. Durante estas visitas, se dirigieron al Vaticano para invitar al Papa Francisco e hicieron la invitación a los reyes de España. Resulta sorprendente que ni los dignatarios ni sus representantes hayan asistido a la celebración, llegando incluso al punto de que los reyes no enviaron ni siquiera un representante. Lo que podría interpretarse como un reflejo de la creciente falta de reconocimiento nacional e internacional.

Curiosamente, el único éxito destacable fue asegurar la participación de los tunos de España. Surge la interrogante de por qué, a sabiendas de los protocolos establecidos para invitar a jefes de Estado a través de la cancillería, se optó por utilizar fondos públicos en estos viajes que no arrojaron resultados satisfactorios. ¿Podría considerarse el gasto asociado a este viaje como un daño económico? El meollo del asunto radica en que no se trata simplemente de viajar y lanzarse a invitar a personalidades, como si se tratara de convocar al vecino a una fiesta de cumpleaños.

El evento principal del 27 de marzo, con motivo de los cuatro siglos de existencia de la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca, transcurrió con escasa pompa y una asistencia limitada, a pesar de las expectativas de que fuera un acontecimiento de gran importancia. La presencia extranjera se redujo al mínimo, con la asistencia únicamente de la embajadora de España y del delegado diplomático de Brasil. Además, solo cuatro rectores de las universidades pertenecientes al Comité Ejecutivo de la Universidad Boliviana (CEUB) estuvieron presentes, representando a Potosí, Oruro, Tarija y Cochabamba, de un total de trece. Mayoritariamente, fueron las autoridades departamentales las que acudieron al evento.

La ausencia de representantes de los poderes Ejecutivo y Legislativo, incluyendo al presidente, vicepresidente y Ministro de Educación, evidencia la poca relevancia de la universidad a nivel nacional e internacional. Este hecho envía un mensaje claro por parte del Estado, señalando la insignificancia de la institución en la construcción del país y la consolidación de sus instituciones, normas, políticas públicas e historia. Su influencia en el quehacer en el ámbito político nacional es prácticamente inexistente.

En consecuencia, esta situación confirma la hipótesis de que la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca tiene una relevancia limitada a nivel nacional e internacional. Su reconocimiento se limita principalmente a su papel en el Primer Grito Libertario, careciendo de otros hitos significativos que destaquen su trayectoria académica e histórica.

La carencia de un registro histórico sobre las principales autoridades, los destacados docentes y los estudiantes que han llegado a la presidencia de la república en la Universidad sugiere un intento deliberado de suprimir, ocultar o minimizar la gestión y la memoria de figuras clave en su historia. Esta acción parece estar motivada por el deseo de evitar que estas personalidades puedan eclipsar a las actuales autoridades universitarias, dada la evidente disparidad en el espectro intelectual y académico.

Entre los olvidados, destaca Aniceto Solares Llano, quien ejerció como rector en tres ocasiones durante las décadas de 1930 y 1940, siendo reconocido en los actos festivos después de haberse criticado su omisión. Sin embargo, este reconocimiento no se extiende a otras figuras destacadas como Guillermo Francovich Salazar, distinguido filósofo nacional y ex rector de la universidad entre 1944 y 1952, ni al gran rector Jorge Zamora, quien fue crucial en la recuperación de la autonomía universitaria. Tampoco se menciona a ex rectores, ex vicerrectores, decanos, directores o a docentes notables como el doctor Roberto «Tito» Muñoz, cuya contribución fue fundamental en la implementación del Hospital Gastroenterológico, o al doctor Gabriel Peláez, un destacado analista y catedrático cuyo fallecimiento ocurrió hace algunos meses.

El principal obstáculo que enfrenta la universidad radica en su excesiva politización, que ha contaminado el proceso de elección de autoridades. En lugar de priorizar la selección de candidatos basada en el mérito y la competencia, se favorece a aquellos que prometen mayores beneficios personales, lo cual ha afectado negativamente la calidad institucional, académica e investigativa. Esto se refleja en su posición en el ranking universitario webometrics, donde se sitúa en la posición 5.639 a nivel global y en octavo lugar a nivel nacional.

En resumen, la restauración del prestigio universitario no puede depender de intervenciones externas. Es crucial reformar el sistema de elección de autoridades y fomentar una cultura institucional basada en la meritocracia y la transparencia. El cambio debe surgir desde adentro, mediante un profundo proceso de autocrítica y debate que promueva la libertad de pensamiento y la innovación. Lamentablemente, estas metas parecen inalcanzables en las circunstancias actuales.

 

El autor es Analista e investigador socioeconómico.

 

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