Crisis general del Estado Plurinacional

El denominado Estado Plurinacional boliviano ha llegado a una crisis general, es decir en los niveles económico, político, ideológico y moral. Por esa causa hoy está en un callejón sin salida, ha tocado fondo, lo que no puede menos que causar un estado de ánimo de angustia y desconcierto en la mayoría de la población nacional.
Tal crisis terminal se agrava cada vez más, debido a que no existe una tabla de salvación para resolver numerosos problemas provocados por políticas populistas, desde hace alrededor de 15 años, y, además, por antecedentes históricos pasados, aunque, en comparación, éstos últimos serían insignificantes en relación con el presente.
En todo caso, la crisis actual tiene responsables y causas concretas que fueron señaladas desde hace tiempo por la opinión pública, sin que hubiesen sido atendidas por las autoridades de turno. Por el contrario, éstas las dejaron pasar por irresponsabilidad o indiferencia. Inclusive ante esa esa situación calamitosa se dijo: “Quien siembra vientos, cosecha tempestades” y otras parecidas frases alusivas.
En otros casos y en condiciones muchísimo menos difíciles que las actuales, existían entidades tutelares que, en cuanto percibían que en el país se avecinaban problemas, intervenían de inmediato para poner a salvo la nave del Estado y se volvía a la normalidad, conducta ejemplar que al presente no existe.
La decadencia actual es tan evidente, que el Órgano Ejecutivo está ausente de la realidad, el Judicial está totalmente descompuesto, en agonía y el Legislativo en completo estado de caos. En consecuencia, el Estado Plurinacional es inexistente.
A principios de este siglo, la situación del país era anormal, pero con la del gobierno del MAS-IPSP, la situación empeoró, sin olvidar que el gobierno transitorio y breve de Jeanine Añez, tampoco mostró capacidad en el manejo de los supremos intereses del país. Todo ello hizo volver la realidad política del pasado, la cual nos ha conducido a la situación caótica actual, de tal forma que el país debe empezar de nuevo, para retomar el cauce correcto de su historia, con un gobierno realista que convoque a una Asamblea Constituyente y dicte una nueva Constitución Política, a fin de corregir todos los desaciertos que contiene la actual Carta Magna y cuya aprobación ha sido conflictiva y ciestionable.