domingo, mayo 19, 2024
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Un flagelo que nos agobia

A diario contemplamos mediante medios de comunicación, nacionales e internacionales, la violencia y los conflictos que se extienden por el mundo, como una plaga amenazante. De modo individual, entre individuos, y de modo general, entre naciones en guerra abierta o casi fría, lo que genera una dialéctica de agresividad y violencia social generalizada. Por ello se trata de resolver todos los enfrentamientos con armas punzantes, de fuego, con piedras y, en el menor de los casos, vamos a las manos, independientemente del grado de las agresiones y de los motivos de las mismas.
Las personas agredidas, y quienes contemplan o viven en contextos de violencia o agresión manifiestas o latentes, sienten una profunda pérdida de seguridad e integridad vital. ¿Acaso sienten miedo o terror en todas partes a las que van?
¿Qué decir de la violencia familiar, con las imposiciones, los pleitos, los maltratos y descalificaciones o insultos verbales hacia los hijos o hacia la mujer? ¿Cuáles son las causas?, el malestar, el desempleo, la drogadicción, el alcoholismo. ¿Acaso se considera a la violencia como la fórmula mágica para, en el menor tiempo posible, lograr “una vida más sana, más alegre, con más posibilidades económicas y sociales”?
Ha sido comprobado que la violencia contamina la conciencia moral y social de todos los que la producen, la padecen y la contemplan paciente y penosamente. Más en el caso de una persona que en alguna ocasión hubiera sido agredida y que de ahora en adelante su violencia quedará “hundida, soterrada e inhibidora”, “a flor de piel” ante cualquier hecho, aunque esté lejos de una nueva agresión, porque simplemente ha quedado “marcada” de por vida.
¿Y en el caso del agresor? Posiblemente en el fondo se justifique, que lo tiene que hacer para “vivir”, no obstante, carga con el “mea culpa” de sentirse marginado y aborrecido, tanto en la dinámica familiar, por el odio que genera, como en los contextos sociales y laborales.
Qué decir de las numerosas escenas violentas y acciones agresivas, que se manifiestan en el entorno televisivo a diario o medios escritos o redes sociales, y que parecen “lo más común de la vida” cuando de manera subliminal son asimiladas por las personas.
¿Lo ideal? Un escenario social caracterizado por la paz, la convivencia, la felicidad en las relaciones entre todos los seres humanos. Sin armas ni guerras, donde el odio, el rencor y la venganza han desaparecido de todos los corazones.
Que convivamos con personas que no tuvieron la opción de asistir a una escuela, educarse partiendo del núcleo familiar y posteriormente reforzado en las escuelas, no los excluye, es necesario ser tolerante. No debemos olvidar los contrastes, como son el día y la noche, el sol y la luna, lo negro y lo blanco. Todo es bello, todo es armonioso, todo ayuda a contribuir a la belleza universal.
Supongamos que con tu ayuda y la de todos podamos construir un barco país que sea más acogedor y más bello, más humano y amigable, más feliz y satisfactorio, superando todas las carencias y necesidades humanas. ¿Te embarcarías en él?

El autor es Licenciado en Ciencias Pedagógicas.

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