sábado, abril 27, 2024
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“Oso Intoxicado”, la verdad supera a la ficción

Alrededor de la una de la mañana del 11 de septiembre de 1985, Andrew Carter Thornton II, paracaidista del ejército convertido en entrenador de caballos de carreras; convertido en policía antinarcóticos; convertido en agente de la DEA; convertido en abogado; convertido en contrabandista de cocaína (y también en presunto agente de la CIA), tomó una serie de decisiones audaces bajo posible coacción mientras volaba alto —literalmente, y tal vez en sentido figurado también (drogado)— que pondrían en marcha una cadena de acontecimientos que, casi cuatro décadas después, culmina ahora en una gran película.
Apodado “El Vaquero de la Cocaína” y recordado por su personalidad muy al estilo de “Rambo” y su elegante calzado, Thornton tenía un modus operandi bien perfeccionado para introducir cocaína al país desde el sur de la frontera y arrojar el cargamento ilícito en áreas salvajes del sureste de Estados Unidos para recuperarlo más tarde con la ayuda de sus socios. Aquella mañana del 11 de septiembre de los años ochenta, en la década de la campaña gubernamental contra el consumo de drogas conocida como Just Say No, Thornton pilotaba un Cessna bimotor de cinco plazas que transportaba 400 kilos de cocaína colombiana (valor en la calle: al menos $14 millones de dólares) con destino a Knoxville, Tennessee, mientras vestía una chaqueta caqui sobre un chaleco antibalas, guantes negros y zapatos de vestir Gucci de cordones grises. El reporte indica que su compañero de viaje era Bill Leonard, instructor de karate, fisicoculturista y, en ocasiones, guardaespaldas a sueldo, quien afirmó que lo habían engañado para que hiciera el viaje con Thornton y que, en un principio, desconocía el propósito del viaje; cuenta la leyenda que antes del despegue, cenaron papagayo en las Bahamas y que, durante el vuelo, Leonard se descompuso y vomitó por toda la cabina.
Aunque no era raro que Thornton saltara de sus aviones con sus paquetes de coca y dejara que se estrellaran en el océano, no está claro si esa era su intención en este viaje. Según una entrevista que Leonard concedió en 1990 a The Knoxville News-Sentinel, Thornton estaba convencido de que les seguían los federales cuando entraron en el espacio aéreo estadounidense sobre la Florida, y tomó medidas. Lanzaron por la borda tres bolsos de cocaína; cada uno pesaba aproximadamente 18 kilos y aterrizarían intactos en el Bosque Nacional de Chattahoochee, en el norte de Georgia. Después, Thornton le enseñó a Leonard de manera resumida a manejar un paracaídas —Leonard nunca había hecho paracaidismo— y lo empujó por la puerta. (Leonard aterrizó sano y salvo y nunca fue acusado de ningún delito). Pero otros especulan que Thornton hizo lo que hizo porque el Cessna tenía problemas mecánicos —o que Thornton podría haber estado tramando fingir su propia muerte. Ahora, solo Dios lo sabe.
Lo cierto es que cuando el avión se aproximaba a la intersección de Tennessee, Georgia y las Carolinas a una altitud de 8,400 pies, Thornton activó el piloto automático y decidió seguir a Leonard hacia tierra firme. Con $4,586.76 dólares en billetes y monedas en los bolsillos de sus pantalones tipo cargo, además de seis lingotes de oro Kurggerand de 1 onza cada uno y cuadernos garabateados con códigos secretos y números de teléfono, Thornton se volvió aún más voluminoso al usar un paracaídas de grado profesional y llevar dos piezas de equipaje: una bolsa de nailon gris que contenía una pistola de asalto Browning de 9 mm y cargadores adicionales; una Derringer calibre .22; municiones variadas; equipo de visión nocturna; raciones de comida; un cuchillo de supervivencia y un altímetro; y una bolsa de nailon negro atada a su cintura con una cuerda de 3 metros que contenía 35 paquetes de plástico amarillo con cocaína, cada uno de los cuales pesaba 1 kilo (35 kilos en total). Se puso unos lentes y saltó (o tal vez se golpeó la cabeza y cayó) al cielo oscuro sobre el este del estado de Tennessee. En algún momento entre la 1:30 y las 2:30 de la mañana, el Cessna se estrelló contra una cumbre cubierta de hiedra a unos 100 km de distancia en el Bosque Nacional de Natahala, en Carolina del Norte.
Se desconoce qué falló durante la caída de Thornton. La policía encontró el velamen principal del paracaídas a unos 800 metros de su cuerpo; al parecer, se separó del arnés sin llegar a desplegarse. Consiguió desplegar un paracaídas de respaldo, pero no sirvió de nada: se especula que él pesaba demasiado para que éste le fuera útil. El Vaquero de la Cocaína aterrizó en una calle de grava de un barrio residencial de Knoxville, Tennessee, y murió en el acto, con sangre manando de su nariz y boca. Tremendo final para este elegante Rambo.
Lamentablemente, Thornton no sería la única víctima de aquel vuelo. Cuatro meses más tarde se descubrió que un oso negro que pesaba unos 80 kilos y deambulaba por los bosques de Chattahoochee, cerca de Blood Mountain, se tropezó con uno de los bolsos de lona que Thornton había arrojado por la borda, lo olfateó un poco y decidió consumir su contenido. Cuando se encontró el cadáver del oso, la autopsia reveló que había sucumbido a una combinación de hemorragia cerebral, hipertermia, insuficiencia respiratoria, renal y cardíaca. El estómago del oso estaba repleto con más de 15 kilos de cocaína, aunque solo se encontraron cuatro gramos de cocaína en su torrente sanguíneo. (En Internet dice que se necesitaría casi el doble de esa cantidad para matar a una persona del mismo peso). Puesto que los 40 paquetes de plástico amarillo llenos de cocaína que contenía el bolso —unos 40 kilos— se encontraron destrozados y vacíos en el lugar del crimen, las autoridades sospechan que otros animales ingenuos, incluidos algunos de la raza humana, consumieron la mayor parte de este inesperado botín proveniente de Colombia en los cuatro meses transcurridos entre el momento en que el bolso cayó en el bosque y el descubrimiento del cadáver del oso por las autoridades.

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