Año de realizaciones con trabajo esforzado

Siempre es conveniente dar celeridad al trabajo y la producción en los pueblos para el bienestar general. Y es que, si se procede con lentitud a hacer obras, se corre el riesgo de perder tiempo y oportunidades, como por años ha sido la característica en nuestro país, pese a periódicas promesas de que muchos proyectos serían realizados con premura y eficiencia. Al comenzar el nuevo año, se considera que llegó el tiempo para encaminar lo no hecho, para sustituir las pérdidas sufridas y mostrar resultados de cómo en el país es posible acabar con la dejadez y conseguir recuperación en varios rubros. Las experiencias de los últimos años obligan a no dar pausas al trabajo esforzado para salir de una situación que no es óptima.
Conscientes del daño que nos hicimos, podemos cambiar conductas y actuar debidamente, porque hay mucho por delante para corregir, bastante para cambiar, no caben más esperas por resultados que sean como semillas para sembrar un venturoso futuro, pensando, particularmente, en las nuevas generaciones en nuestro país. Y es que, en el pasado lejano y cercano, abundaron las políticas contrarias al bien común, renovadas energías fueron desperdiciadas y desaparecieron posibilidades de cambios y utilidades. Mucho mal se ha ocasionado por no hacer lo debido, pero ¿seguiremos por el mismo camino? ¿Podemos echar por la borda un país que sabemos muy bien que es de los hijos y descendientes? Las generaciones presentes no debemos dejar de luchar para ofrecer un mejor futuro a los que hoy son niños y jóvenes. ¿Podemos entender todo ese conjunto de situaciones con miras a reparar lo mal hecho o no hecho durante bastante tiempo?
Si obramos conscientemente, podemos soslayar lo perjudicial y cosechar lo bueno que ha quedado en todo y en todos, cada día puede ser positivo; de otro modo, seguiremos sembrando en el desierto.
Gobierno y pueblo, unidos en un haz de voluntades, podemos acabar con las rémoras, vencer las limitaciones, mejorar nuestra capacidad para el trabajo y comprender que no es aceptable seguir en las profundidades de la dejadez y lentitud, si queremos emerger a una superficie de construcción y progreso.