martes, mayo 7, 2024
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Necesaria y oportuna elección en Perú

El fantasma del populismo recorre el continente, produciendo crisis políticas que no tienen solución o que conducen a mayores dificultades. Han caído en esa situación varios países de alta prosperidad y ahora se encuentran viviendo la pobreza y la anarquía. Ese panorama ya dura más de treinta años y tiende a extenderse como una mancha de aceite sobre el agua.

Ahora se encuentra en ese estado el Perú, cuyo destino es motivo de preocupación en Bolivia, que sigue de cerca los acontecimientos que afectan al país vecino, en espera de una solución favorable para la crisis de su pueblo. Ese interés es más profundo por las antiguas relaciones que unen a los dos países y por la suerte misma de la nación hermana.

Los últimos sucesos se precipitaron a raíz del derrumbe del gobierno presidido por Pedro Castillo, por lo que el mando de esta nación debió pasar a la vicepresidenta Dina Boluarte, que por su origen constitucional tuvo que continuar dirigiendo el destino de la república del Perú. Sin embargo, el efecto general de la crisis presidencial ha sido desproporcional a la causa que la provocó, determinando una situación sin salida aparente y que dura varias semanas, en medio de difíciles circunstancias, aunque no es imposible resolver.

Inicialmente, el gobierno constituido, electo y legal de Boluarte, decidió seguir gobernando con las atribuciones que le competen y manteniendo, en esa forma, la etapa de desarrollo que enfrentó en años recientes, pese a dificultades políticas que son inevitables en todas partes. El curso de la historia se fue normalizando, pero surgió una ola de descontento, con la principal demanda de elecciones, tema difícil de resolver en forma precipitada y sin disponer del tiempo necesario para encontrar la fórmula correcta que resuelva la ecuación. Y es que la política en los países latinoamericanos ya no se basa en simples operaciones aritméticas, sino, más bien, son de carácter algebraico.

Inicialmente, la conductora de las riendas de del Estado peruano, mantuvo firme la decisión de esperar el momento adecuado para el acto electoral, pero, cambiando de idea, pidió al Congreso que señale fecha para la elección, solicitud que ese organismo rechazó, salvando la dignidad parlamentaria, pero luego el pedido quedó en suspenso y se espera que sea atendido en próximos días.

En todo caso, adoptar una decisión final es muy dificultosa debido el estado de euforia colectiva que se ha producido, lo cual no permite decidir en forma correcta. Una elección general debe contar con un ambiente propicio, alejado de las presiones emocionales y de los movimientos inconscientes de algunos grupos que, víctimas de la espontaneidad, no tienen orientación política ni ideológica y que, por consiguiente, conducen a la catástrofe.

En ese sentido, solo la paciencia y la reflexión pueden ofrecer una solución correcta y, por tanto, es preferible resistir por unos días más las amenazas irracionales y no tener que soportar cincuenta años de perpetua crisis y empobrecimiento, como se observa en otras naciones.

Se podría pensar en grandes remedios y se sugiere en algunas esferas del Perú que una junta de gobierno de notables, dedicada exclusivamente a asuntos administrativos, convoque en término oportuno a elecciones con base en el voto universal, con absolutas libertades democráticas. Esas elecciones constituyen una necesidad para cualquier nación convulsionada, pero en medio del caos, solo llevaría a un desastre apocalíptico.

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