jueves, mayo 16, 2024
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Crítica amenaza a la salud pública

La musa de la mala pata se ha cebado sobre Bolivia. Con sus garras rampantes después de provocar una grave crisis política, que duró alrededor de seis meses y no contenta con causar daños e inquietudes sin fin, ahora precipita otra ola de avatares con problemas climáticos de efectos aún más insufribles y costosos, es decir todos los males juntos.
A mediados del año pasado empezó una crisis política originada en la oposición a la realización inconsulta de un censo nacional, medida que después de acalorados debates, dio paso a la crisis de 26 días de huelga de protesta, convocada por la Gobernación cruceña y que parecía que ponía fin a la tempestad. Pero tan halagüeño pronóstico se desvaneció en un cerrar y abrir de ojos.
En efecto, se produjo el aparatoso apresamiento del gobernador oriental, hecho que determinó una nueva crisis que inclusive derivó en violentos hechos en la vida cruceña, con reflejos en todo el país y que culminó en marchas y cabildos que mostraron una franca unidad nacional, revelando malestar por incoherentes políticas oficiales, algo así como buscar la solución de las dificultades por la vía de embrollarlas mucho más. Bloqueo de caminos, suspensión de envío de alimentos a los centros de consumo y otros actos perjudiciales cerraron con broche de oro ese período que duró alrededor de dos meses, con pérdidas millonarias, sin dejar de mostrar la proximidad de nuevos conflictos.
Pero, sobre mojado, llovido. Tras la crisis política se ha presentado una nueva crisis consistente en desastres climáticos, de salud pública, de nivel internacional y aún de nivel interno del tolderío gobernante que, por lo demás, tiene traza de oscurecer todavía más el panorama, sin contar asuntos internacionales, como la actual situación del Perú.
En efecto, tras tantos episodios conflictivos, ahora se perfilan calamidades de nuevo tipo. En primer lugar, la sequía en la región andina del país, paralela a intensas lluvias en el Oriente, que amenazan producir turbiones que destruyen puentes y caminos y otros efectos.
No solo eso, sino que también se presentan, además del Covid-19 que tanto daño causó al pueblo boliviano, enfermedades epidémicas como el dengue, que parece “dispararse” por falta de previsión de las autoridades municipales y, en otro plano, la infección aviar que podría dejar sin carne de pollo ni huevos a los centros poblados.
Ni qué decir de los efectos de una gran huelga de transportes en el sur de Perú que paralizó cientos de camiones bolivianos que dejaron de introducir y sacar mercadería.
Se podría decir que a ese rosario de calamidades se suma un clima interno preocupante, tanto político como económico en el país, ya que por delante se tiene cuestiones como la reforma de la justicia, la elección de funcionarios judiciales, la preparación del segundo centenario de la creación de Bolivia y otras muchas que podrían ser motivo de rogativas, misas y “milluchadas” oportunas.

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