lunes, abril 29, 2024
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¿Dónde está el norte?

Han transcurrido más de 17 años desde que oscuros nubarrones comenzaron a cerñirse sobre el presente y futuro de Bolivia. Tiempo en el que muchas cosas han cambiado, no precisamente como producto del mal llamado y fallido “proceso de cambio”.
Dicen que, “todo cambio es bueno”, sin embargo, la indiscutible realidad en la que vivimos nos demuestra que no es cierto, hay cambios que no son buenos y otros que son nefastos. Uno de esos perniciosos cambios está íntimamente relacionado con la transformación involutiva de algunos principios y valores fundamentales, que otrora sirvieron para construir una sociedad civilizada, respetuosa de los derechos de las personas, promotora y defensora de esos mismos derechos y libertades, traduciéndolos en reglas y modelos de comportamiento, cuyo cumplimiento fue encargado a instancias e instituciones creadas con ese fin, como el sistema judicial, el Ministerio Público y, naturalmente, la Policía.
Esta transformación involutiva se refleja hoy en la adopción, promoción e incluso apología de anti valores, que rigen el quehacer cotidiano de una sociedad que parece obnubilada; por no decir otra cosa; ante la proliferación de pautas de conductas que otrora recibirían no solo el repudio social, sino también la aplicación ecuánime de la justicia.
Pero, cuando los llamados para ser los guardianes no solo del orden y la aplicación de la Ley pierden el norte, la sociedad en su conjunto y con ella los pilares (valores y principios) que la cimientan, se encuentran en total indefensión, teniendo; por necesidad vital; que adaptarse al “nuevo orden de cosas”. He aquí el origen de la transformación involutiva que ahora estamos sufriendo y que ha convertido a muchos, en seres indolentes e inermes ante el descarrío, viendo desde la acera; porque no llegan ni llegarán al palco; como las aguas inmundas arrastran a quienes van contra corriente o pretenden limpiarlas, sin darse cuenta que están siendo salpicados y que en un abrir y cerrar de ojos, las aguas llegarán a sus puertas.
Sin embargo; el norte será siempre el norte, aunque algunos lo pierdan, ya que tarde o temprano; esperamos más temprano que tarde; las personas, sus instituciones y el Estado en su conjunto necesitan su referente, primero; para saber de dónde vienen y para dónde van, y luego; para reconducir su presente y futuro por el bien de todos, no de unos cuantos.
Sir Robert Peel, considerado padre de la policía moderna, hace casi dos siglos al crear la Policía Metropolitana de Londres, estableció un principio fundamental para la novel policía londinense: “… the police are the public and the public are the police”. El significado de esta frase es taxativa y explícitamente abarcador, literalmente dice “…la Policía es el público y el público es la Policía”. Traduciendo en ella la profunda trascendencia del servicio policial, su fundamento y razón de existencia. Porque no solo se trata del cumplimiento de órdenes, muchas de las cuales son ilegales, sino de los intereses que están detrás de ellas.
Este es el norte que parece perdido o cuando menos opacado por intereses personales y políticos, tanto internos como externos a la estructura institucional. Ese norte que un día orientó la vocación de servicio de sus valerosos hombres y mujeres, su formación profesional y su juramento, trastocándose en un conjunto de prácticas y anti valores que hoy parecen conducir la “subcultura policial” de algunos, aquella que, en mejores tiempos, se caracterizaba por un espíritu de cuerpo construido sobre la premisa doctrinal “Contra el mal, por el bien de todos”.
Pero; el problema no es de los 40 o 50 mil mujeres y hombres que visten verde olivo, sino de todos y cada uno de los bolivianos que debemos vernos reflejados en el actuar y sentir de esos servidores públicos, porque es bueno recordar que la policía está conformada por personas; como cualquiera de nosotros (hijos, hermanos, sobrinos, nietos, amigos, vecinos); a quienes se les paga para que a tiempo completo cumplan deberes que nos incumben a todos. No podemos pedirle al cabo, sargento, subteniente o incluso al coronel, que se niegue a cumplir una orden o la cumpla parcialmente, ya que eso significaría perder su trabajo y con seguridad ser procesado administrativa y penalmente.
¿Quién será el patriota irreverente que, sin importar las consecuencias personales, profesionales y familiares, desacate órdenes?, ¿acaso no están en la misma situación gran parte de los funcionarios públicos que necesitan trabajar y llevar el sustento a sus familias?
¿Acaso los “líderes” de la oposición no dejaron en la indefensión y el olvido a más de un centenar de policías que en 2019 apoyaron a su pueblo?, ¿esos policías a los que todos llamaban héroes, ahora son los villanos?
Entonces; así vistas las cosas, todos estamos perdidos, porque le exigimos a una institución y sus miembros algo que no les damos, gobernantes honestos, respetuosos de la ley y los derechos de las personas, respetuosos de las instituciones y del servicio a la sociedad. Es más, elegimos a quien sabemos corrupto, mentiroso y manipulador, para luego pedirle honestidad, que cumpla sus promesas, una justicia transparente, una policía eficiente y honesta, entre otras cosas.
¿No será que les estamos pidiendo algo que no pueden darnos, porque en realidad no son capaces de hacerlo?
Al parecer el norte no se perdió, lo perdimos todos…

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