sábado, mayo 18, 2024

¡Benedicto!

Las ideas plasmadas en la palabra escrita tienden a trascender en el tiempo, siempre y cuando formulen contenidos y sintaxis coherentes. A Joseph Ratzinger (Papa Benedictino XVI) se lo conocía como el Mozart de la escritura debido a la capacidad única de plasmar en su redacción altos conceptos teológicos y filosóficos (entre otros) con claridad exquisita. El legado intelectual de Benedicto XVI es imprescindible –no solo para los creyentes católicos–, esto debido a su gran amplitud de temáticas, que varían desde la teología, filosofía, derecho, etc., siendo la trilogía sobre “Jesús de Nazaret” el culmen de su producción teológica intelectual.
Reconocer a Joseph Ratzinger por su aporte intelectual todavía se encuentra lejano en el ideario cultural occidental. Sus ideas todavía no son entendidas en su real magnitud, esto debido a un bombardeo mediático descarado para mellar su pontificado, epítetos como el “panzer de Dios”, “el rotwailer del Vaticano” fueron repetidos hasta el cansancio por medios de comunicación de alcance global, y no solo eso, las imágenes de Ratzinger, ya como Papa, siempre pasaron por un filtro negativo, es decir, se elegía cuidadosamente los ángulos menos favorables para ser publicados. Resumieron su pontificado a su renuncia; nunca ahondaron en sus homilías exquisitas, en sus discursos o catequesis de alta valía intelectual o en sus insuperables encíclicas. Sus discursos en la Universidad de Ratisbona y en el Parlamento Alemán son verdaderas obras de arte dentro de la palabra escrita.
Como vemos, dentro del enorme legado intelectual y espiritual del Papa Benedicto XVI, su renuncia cae en la simple anécdota. Benedicto será recordado, a su debido tiempo, por su importancia y relevancia en la construcción intelectual de la Fe. Él mismo decía que la Fe debiera ser purificada a la luz de la razón; en este sentido, toda su producción intelectual siempre tendió puentes entre la Fe y la razón.
El aporte de Joseph Ratzinger a la cultura occidental es tan profundo y elevado que sus escritos, discursos y libros pasarán a la historia a la par de los textos de San Agustín o de Santo Tomás de Aquino. Ratzinger, a pesar de su enorme intelecto, fue una persona humilde y tímida, querendón de los gatos, de la buena lectura y de la música clásica. Como dato curioso, varios fenómenos naturales acompañaron su pontificado; algunos de ellos verdaderamente impresionantes, como la formación del arcoíris en su visita a los campos de concentración en Auschwitz o la fuerte neblina que se posó en la Plaza de San Pedro en sus exequias fúnebres.
Benedicto XVI, en su pontificado, fue férreo defensor de la tradición como expresión de Dios en medio de su Iglesia, dejando claro que la Fe y la doctrina no deben abdicar a favor de corrientes post modernas, pues su misión es agradar a Dios y no a los hombres. Es por ello que jamás cayó en la tentación de rendir la Iglesia al mundo, no cedió al facilismo intelectual de las “periferias” o de los “pactos globales” que dejan fuera a Dios en aras de un supuesto bien común, no se dejó tentar por una “sinodalidad popular” abierta a todo menos a Dios, tampoco dio guiños de ojo al progresismo. Benedicto XVI siempre fue coherente con su Fe y con las enseñanzas de la Iglesia; por ende, su presencia, a pesar de su ausencia, va a estar más fuerte y presente que nunca en medio de su Iglesia, puesto que la Fe coherente trasciende al tiempo.
Benedicto XVI, ruega por nosotros.

El autor es Teólogo y Bloguero.

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