sábado, mayo 4, 2024
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Escuela y sociedad

“Y todo un coro infantil va cantando la lección: mil veces ciento, cien mil; mil veces mil, un millón”. Antonio Machado.

El saber aprender es el mejor fruto de la escuela
Vivimos inmersos en un diluvio de datos. La dificultad de asimilarlos crece en la medida que aumenta la diversidad y complejidad, así como la de los canales por medio de los cuales se los vierte. El nivel de datos disponibles puede llegar a bloquearnos totalmente.
Estamos hablando de datos y no de información para poner de relieve una característica muy especial de nuestra época: la confusión entre datos e información y entre ésta última y el conocimiento.
El nivel medio cultural que se requiere para la compresión de un texto es cada vez más elevado. Estamos en la era de la información y, sin embargo, el nivel de confusión parece estar creciendo. De ahí la importancia del papel de la escuela para contribuir al logro del cambio de la información en conocimiento y de la tecnología en comunicación.
Los alumnos han de encontrar en la escuela todo aquello que está presente en la sociedad y la cultura en la que viven; la escuela ha de ser la circunstancia dinamizadora de la vida individual en el seno de la propia sociedad. En una sociedad del conocimiento y de la comunicación, la misión de la escuela es la de ofrecer los elementos que permitan el desarrollo y la capacidad de aprender: a la escuela vamos a iniciar el aprendizaje de aprender. El saber aprender es el mejor fruto que puede ofrecer la escolarización.
En este sentido, en la escuela deben estar presentes todos los medios que la sociedad tiene para ofrecer información: libros, periódicos, radio, televisión, ordenador… nada puede ser ajeno a la escuela porque nada es ajeno a la vida del estudiante.
En cualquiera de las áreas en las que está dividido el panorama académico no importa que se trate de lenguas, idiomas, matemáticas, física, ética o música, en todos ellos se puede realizar el ejercicio de adiestramiento en la búsqueda de información o de unos datos adecuados al planteamiento de un supuesto o de un contexto real. Esto supone, por parte del profesorado, un cambio en la perspectiva desde la que contempla su función; en ofrecer más elementos de búsqueda que soluciones previas; en proponer actividades más que en presentar ejercicios escolásticos descontextualizados y anacrónicos. No es sencillo, pero sí estimulante, al intentar el equilibrio entre lo estricto y convencionalmente académico y estas nuevas maneras de hacer.
Por otra parte, el desarrollar actividades comunicacionales, el contactar con otros grupos en escuelas geográficamente distantes, es una actividad que merece especial atención, si se pretende que los alumnos y alumnas vivan y conozcan como algo real la virtual presencia de culturas distintas, tal y como puede constatarse en los programas de todo tipo que nos ofrecen indiscriminadamente los medios audiovisuales de difusión.
Conscientes de estas características de nuestro tiempo, es preciso descubrir nuevas sendas por las que caminar, para poder enseñar nuevas actividades valoradas con un alto potencial de aprendizaje para el alumno. Y como dijo el poeta: “Aprende a diferenciar / las cosas que son mentira / de las que cosas que son verdad”.

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