viernes, mayo 10, 2024
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La estética como manifestación moral

La estética, como apreciación y valorización de la belleza, es pilar fundamental para la reflexión moral. Cuando la estética es atacada, o mejor dicho suplantada, por una vertiente relativista de la apreciación de lo bello o hermoso, entonces el arte, en todas sus manifestaciones, pierde su sentido moral; deja de ser representación de lo bueno y se convierte en simple manifestación de lo grotesco. Es de esta manera que el arte y la belleza pierden su sentido moral; ya no representan valores morales históricamente cimentados en la cultura occidental, pasan a ser solo escollos de una «moralidad vetusta» no apta para este nuevo siglo.
Dentro de la manipulación cultural existente, la apreciación del arte como rama filosófica es minimizada, pues si no se logra apreciar lo bello, cómo diferenciar lo estético de lo aberrante. Para ello, se estigmatiza todo lo que es apreciado como hermoso, se le niega este estatus para luego encasillarlo bajo los adjetivos de «retrógrado o conservador» y, a la vez, se alaba todo aquello que represente perversión bajo el «paraguas» de la “libertad de expresión”, aunque en realidad se trata de libertinaje.
Los jóvenes, en particular, vienen siendo bombardeados con propuestas que obvian los preceptos estéticos, para de esta manera, hacer pasar expresiones ideológicas ligadas a la degradación del ser humano sin algún tipo de filtro estético filosófico. De esta manera, se construye una nebulosa alrededor de la conciencia, donde la moral resulta innecesaria para una cultura estandarizada y laicista, adoctrinando a miles de jóvenes que, sin saberlo, pasan a formar parte de una masa acrítica, es decir, que no piensa y que no valora lo estético; básicamente, reniegan de su cultura por considerarla, entre otras cosas, machista, patriarcal, misógina y racista; clichés típicos utilizados por el progresismo y sus distintas vertientes.
La no valorización de lo estético trata de arrancar la belleza del quehacer cotidiano para suplantar lo armónico y ético por lo grotesco y banal. La poesía y la prosa, por lo expuesto, tampoco encuentran cabida en las «nuevas manifestaciones culturales» emergentes del progresismo. Toda manifestación de arte ya no es valorada por su armonía y perfección; de hecho, son condenadas justamente por eso, por expresar belleza, llegando a ser estigmatizadas como decadentes y retrógradas. Una sociedad que reniega de lo estético cae en el facilismo del libertinaje, obligando a respetar lo aberrante como una forma más de expresión. No es casualidad el bombardeo descarado de manifestaciones deleznables y vulgares, pero que, al contar con un aparato de marketing impresionante, catapultan la expresión vulgar como sinónimo de arte y cultura.
La estética como manifestación moral no puede ser suplantada por el libertinaje, pues este último solo valida manifestaciones emanadas del progresismo, manipulando la percepción social de la belleza. Hoy, una gran mayoría de los medios de comunicación, tradicionales y alternativos, sigue este patrón, ensalzando lo maléficamente aberrante y silenciando lo estéticamente apreciable.

El autor es Teólogo, Filósofo y Bloguero.

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