sábado, abril 27, 2024
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La creatividad a través de una clase virtual

Con unos cien metros de distancia, estaban dos negocios relacionados con la elaboración y ventas de pizza, uno recién creado constituido por un grupo de jóvenes y otro ya de unos tantos años, con cierta posición en el mercado.

Transcurridos varios meses, el “nuevo” negocio comenzó a crecer en clientela y por ende en ventas, mientras que el más antiguo veía mermar sus ingresos. El dueño de éste último envió a su cocinero para que “investigara” a que se debía la “magia” de la nueva empresa, descubriendo que el diseño del lugar era alegórico a los alimentos y servicios, tenía colores vivos, iluminación, una atención al cliente con esmero y, principalmente, una amplia gama de variedades de pizzas que salían de lo tradicional.

Otra anécdota: dos personas sobre un muelle, con sus varas de pescar extendidas. Un señor de unos 60 a 70 años sentado sobre un pequeño banco, con los avíos correspondientes en una canasta al alcance de su mano (carnadas, anzuelos, etc.); próximo al mismo, un joven de unos 18 a 20 años, con ropa de sport, la caña de pescar último modelo, visualizaba que su “vecino” constantemente llenaba con más facilidad su cesta, a diferencia de él, donde no picaba ni un mosquito. El joven se acercó respetuosamente para indagar por qué la diferencia, recibiendo como respuesta: “al igual que tú, en el inicio me sucedía lo mismo: nada aportaba para el hogar, sin embargo, la necesidad me obligó a pensar en posibles soluciones: cuál era la mejor carnada, colocar más de un anzuelo de diferentes tamaños y acorde al tipo o variedad de pez presente en la zona de pesca…”.

En ambos casos, sin primar la edad, la solución estaba en crear a partir de la necesidad para solucionar un problema.

En una clase donde PARTICIPAN estudiantes y profesores, un error abismal sería el establecimiento de un monólogo por parte del “profe”, posiblemente la clase será un fiasco y, por ende, los estudiantes irán abandonando, con una justificación u otra, la misma, desconectándose mental y virtualmente, al ser la clase en línea.

El diálogo (conversación entre dos o más personas que exponen sus ideas y comentarios de forma alternativa; discusión sobre un asunto o sobre un problema con la intención de llegar a un acuerdo o de encontrar una solución) deberá incorporar obligatoriamente elementos donde se evidencie la creatividad (capacidad o facilidad para inventar o crear) por ambos bandos.

Una clase que NO debe comenzar con “Buenos días…; el tema que abordaremos hoy es el siguiente…; “usted joven, sí, usted, fulano ¡por qué aún no ha activado su cámara y abierto su micrófono!”.

¿Por qué no comenzar preguntando qué hicieron ayer, después de la realización de las tareas? Parece que fulano se ha quedado dormido, ya que no lo veo conectado. “¿Hoy se sienten mejor que ayer?”. Tras escuchar diversas opiniones, e intercambiarlas, podemos pasar a la continuidad de la clase –y no al comienzo, ¡porque ya estamos desarrollando la clase!

Continúa la clase: Una niña que se desplaza por una canal (tobogán, resbaladero, deslizadero), mediante una imagen o vídeo – compartiendo pantallas-, donde en aras de promover análisis y discusión en el seno de los participantes, planteamos los interrogantes siguientes: ¿Qué permite que haya deslizamiento?; ¿sobre qué figura geométrica se desliza?, ¿De qué posible material está elaborada la superficie de la canal, y que le permite que resbale? ¿Qué sucedería si la pendiente fuese más inclinada en cuanto a la velocidad de traslado?, preguntas que corresponden a disciplinas como la física, matemática, química, y otras.

Abordar el tema o asunto en este momento, será mucho más amigable, comprensible para el desarrollo de la clase.

De haber leyes o fórmulas, no se requiere obligatoriamente expresar las mismas, así como un número excesivo de ejemplos para la aplicación de las mismas, preséntelas y con material complementario, libros de textos y otros recursos, que sean los propios estudiantes los que los solucionen, mediante el trabajo en equipo, colaboración de los padres y el propio docente como tutor en horarios pre establecidos.

En una ocasión de modo informal escuché a dos estudiantes conversando entre sí, uno de ellos no quería cursar la clase X –que la estaba repitiendo– con el profesor Y, ya que era la misma clase y no le entendía, a pesar de tener una experiencia de 20 años impartiendo docencia.

Pensé para mí, ¡realmente su experiencia es de un año, ya que lleva 19 años repitiendo lo mismo!

 

El autor es Licenciado en Ciencias Pedagógicas.

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