domingo, mayo 5, 2024
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Cochabamba y el universalismo de la bolivianidad

Tenemos cada 14 de septiembre una fecha única para compartir las interesantes características del pueblo valluno de Bolivia. Primero su nacimiento singular, por cierto, nació como homenaje hispano en 1574, al Virrey que era Conde de Oropeza, por Sebastián Barba de Padilla, siendo bautizada como Villa. «Además que se dijo que gozaba del mejor clima del mundo». Otro detalle, sus serranías: Maso Cruz, Yanakaka, Mosetenes, la principal cumbre es el Tunari (con 5.020 msnm). Es además del valle central de Bolivia, la Llajta, como se la pronuncia en el dulce quechua de Jesús Lara, se solaza en la íntima querencia valluna respirando el inmortal verso de García Lorca, «Verde que te quiero verde».

Por idiosincrasia espiritual y diversidad ecológica, hay en los collas de la muy noble villa de Oropeza una gracia aldeana, hechizada por bucólico latido, engastado en sus cuencas y hoyas rodeadas de azules montañas, pueblo de contactos y enlaces coloniales entre las capitales virreinales de Lima y Buenos Aires. Creció con la canción vegetal de su dorada mies y el verdor de sus maizales, mientras en sus hombres y mujeres era intolerable por tres largos siglos de opresión, la inquietante ansia de libertad. Pueblo con un sentido de originalidad que jamás le abandonara. Jorge Luis Borges lo dijo alguna vez… «lo mismo da, no hay pueblo de la Provincia que no sea idéntico a los otros, hasta en lo de creerse distinto…».

Nataniel Aguirre, político, escritor y guerrero, dejó en su virgiliano relato «Juan de la Rosa», “El Testamento de la Tiranía». La Gesta de Murillo en La Paz, del 16 de julio de 1809, tuvo pronta repercusión americana, y el 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires se depone al virrey, organizando una junta de gobierno. Es la hora señalada por el sufrimiento y decisión para que Cochabamba, el 14 de septiembre de 1810, a través de  cuatro adalides rompa la quietud histórica de la fecha: Francisco de  Rivero, Esteban Arze, Melchor Pérez de Holguín, Guzmán Quitón y el Robespierre de la revolución, el sacerdote patriota Juan Bautista Oquendo, cuya  elocuencia y retórica fueron decisivas. Entretanto, los realistas al mando del Cnel. Piérola avistan a los patriotas de Arze en las planicies de Aroma, librándose la batalla el 14 de septiembre de 1810. Los patriotas se ciñen el laurel de su victoria.

Han de transcurrir dos años hasta que el 27 de mayo de 1812, el temible Goyeneche, después de derrotar a Esteban Arze en Pocoma, pretende entrar triunfante a la ciudad rendida del valle. Pocos ejemplos hay en la historia, de mujeres ancianas y niños guerreando con furor con palos y hondas contra ejércitos profesionales, como lo hicieron las Heroínas de la Coronilla. Y a pesar de su derrota, fue epopeya, mas no la única, hasta lograr su liberación.

Cochabamba, creada como departamento por Antonio José de Sucre, durante su presidencia en enero de 1826, crece con abolengo y tradición. Desde la espumante cerveza en shop en 1993, hasta la llegada del primer avión metálico Junkers de Alemania con él, el municipalismo cochabambino hizo gala de sabia genialidad, creando en 1925 el Lloyd Aéreo Boliviana, primera y gran empresa de aeronavegación nacional. Cómo olvidar a «La Alondra Solitaria», Adela Zamudio, germen del movimiento feminista, o a Martin Cárdenas, egregio botánico que nos hace universales con la clasificación de sus plantas cardenáceas, o al mejor pintor barroco, Mechor Pérez de Holguín, cuyos lienzos exhalan el misticismo nativo más patético del Siglo XVIII.

Entre sus riquezas Cochabamba produce los energéticos en gran cantidad, llegando a ser líder nacional en la producción de hidrocarburos. Tiene yacimientos de Lapislázuli, piedra preciosa y electricidad. Antes granero nacional, hoy recupera sus valles mesodérmicos. En el luctuoso 22 de mayo, Aiquile, Misque y Totora universalizan su nombre bajo el signo de la tragedia, pero… Cochabamba tuvo sed y a través de la guerra del agua satisficieron su necesidad con los logros de las represas de Misicuni y Corani, simultáneamente.

El chueco Céspedes, cual profeta y moderno Huyustus, escribió ese cuento también universal «El pozo», cuando la sed torturante desciende a los más bajos fondos del sufrimiento humano, también ensalzo este verde valle. Jaime Laredo y su mágico violín, el pianista Ponce, cómo olvidar al emulo del matemático Euclides, el profesor Jaime Escalante, a la mesosoprano Berta Cabrera y al barítono Gastón Paz. Y a las voces del pasado embargadas por la muerte: Sergio Almaraz, Marcelo Quiroga Santa Cruz, Carlos Montenegro, Demetrio Canelas, Arturo Urquidi, Man Césped y tantos otros.

Cochabamba, corazón geopolítico de la nación, en el 212 aniversario de su levantamiento libertario, recibe el merecido homenaje del país.

 

El autor es Médico.

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