martes, abril 30, 2024
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La híper-optimización social y la dictadura de lo absurdo

El postmodernismo progresista tiene como constante la búsqueda de lo óptimo y lo transparente, dejando, con ello, poco espacio para la variable y la opinión distinta. Lo óptimo, de manera gradual, se convierte en imposición conductual e intelectual, pues incluso lo aberrante termina imponiéndose bajo el precepto de lo óptimo y transparente, donde lo que realmente importa es la validación social, es decir, lo deleznable termina siendo aceptado y validado con unos cuantos “likes” en las distintas Redes Sociales.
Con el paso del tiempo la híper-optimización de la sociedad se va convirtiendo en la dictadura de lo absurdo, donde la sana crítica deja de ser imprescindible y pesa más la validación social de lo políticamente correcto. Paralelamente, el observar y razonar dejan de ser funcionales, ya que todo comportamiento es considerado óptimo. El discernimiento pasa a ser sinónimo de ofensa que resquebraja la estructura social aceptada por la legitimación de lo absurdo y de lo óptimo. Lo óptimo no estremece, pues es ajeno a la belleza; tampoco conmueve, ya que “lo igual” destierra al asombro; lo óptimo se realiza en serie, por ende, carece de alma; no es sublime, es una simple y mera repetición de lo políticamente correcto.
Lo óptimo remplaza la belleza de lo imperfecto y la falacia de la igualdad trata de imponer una especie de equidad de pensamiento que solo busca hegemonizar una visión «diluida» de la realidad y del bien común. La individualidad pierde forma frente al colectivismo, el «ser yo» pierde terreno frente al «nosotros». La híper-optimización social impone la falsedad de la híper-conectividad, donde todo está conectado y todo debe ser «trasparente». El colectivismo social no da cabida a la propiedad privada ni a la libertad de pensamiento, lo colectivo suplanta la moralidad, la fe y la cordura.
Las ideologías postmodernas basadas en el socialismo prefieren construir una sociedad colectiva. Ya el filósofo y jurista austriaco, Friedrich Hayek, sostenía que la colectivización constituía un serio peligro para las libertades individuales y a su vez se convertía en caldo de cultivo para los regímenes totalitarios. No es descabellado pensar que la híper-optimización social no es más que una mutación postmoderna del socialismo absolutista del siglo pasado.
No todo lo igual es bueno ni todo lo óptimo es perfecto. Negar el dolor y el sacrificio como componentes imprescindibles del crecimiento social y económico solo trae consigo la absolutización de la mentira y la romantización de lo aberrante. Pensar igual no es pensar, hegemonizar no es sinónimo de progreso. Lo imperfecto termina siendo el componente esencial de la libertad, pues lo imperfecto es perfectible, mientras que lo óptimo es solamente una vertiente del abuso y de la dictadura de lo absurdo.

Marcelo Miranda Loayza, Teólogo, Filósofo y Bloguero.

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