miércoles, mayo 15, 2024

200 incompletos

La Biblioteca del Bicentenario de Bolivia (BBB) es una de las pocas buenas cosas que los amantes de la cultura y las letras hemos visto desarrollarse en esta última década. Un proyecto loable por su objetivo (la difusión de la literatura boliviana más representativa) y los medios que para alcanzarlo utilizó (los libros, tanto físicos como en formato digital).
Pocos proyectos editoriales de tan largo aliento como éste se han visto en nuestra accidentada historia republicana, marcada por la ambición de poder político. Análogas iniciativas, que yo recuerde, entre públicas y privadas, fueron la Biblioteca del Sesquicentenario de la República, la Biblioteca Boliviana Popular de Última Hora o la Gran Biblioteca Universal, que, si bien estuvo emprendida y dirigida por el diario El Comercio del Perú, estuvo auspiciada también por los periódicos La Razón y El Nuevo Día para que algunos de sus volúmenes llegaran al territorio boliviano.
Todos esos proyectos, en la medida de sus posibilidades, acercaron el libro al gran público. Mientras que la Biblioteca del Sesquicentenario y la Biblioteca Boliviana Popular de Última Hora tuvieron el objetivo de difundir literatura nacional, la Gran Biblioteca Universal tuvo el de divulgar literatura precisamente universal. La BBB, en este sentido, marcó un hito positivo en el ámbito de la propagación del libro a las juventudes bolivianas, las cuales, por un precio relativamente bajo, pueden comprar un volumen de buena literatura, con un acabado de lujo y un buen cuidado de edición, lo cual es altamente positivo teniendo en cuenta el precio que un libro nuevo tiene en el mercado.
La selección de las obras puede ser cuestionable para unos u otros, pero sin duda hay volúmenes que son indiscutiblemente representativos en toda la historia de la producción literaria de Bolivia. Ahí no podían haber faltado, por ejemplo, Tamayo, Villamil de Rada, Arguedas, René-Moreno o Finot (por no mencionar otros tantos paladines del pensamiento, pero ya de tendencia izquierdista, cuya presencia en el catálogo, pese a que esgriman ideas políticas antagónicas a las mías, no voy a desmerecer). Creo que el Comité Editorial encargado de la selección de las obras ha hecho un buen trabajo y es plural en cuanto a las tendencias políticas que cada uno de sus integrantes tiene. (De otra manera, se hubiera hecho una selección arbitraria, tendenciosa y netamente política, en el peor sentido de este término). Pero, como toda institución humana, es imperfecto y creo que en el catálogo de las 200 obras falta un escritor y, en particular, una obra suya que, más allá de la admiración que le profeso, es, creo, una obra indiscutiblemente trascendental no solo por el revuelo que en su época de publicación causó, sino además por la potencia retratista que tiene al dibujar con una hermosa paleta de colores la sociedad occidental boliviana a través de la vida de uno de sus más ilustres y representativos hijos: Franz Tamayo, hechicero del Ande: Retrato al modo fantástico.
El Hechicero de Fernando Diez de Medina tenía que haber formado parte de la BBB. Se trata de un libro que, además de estar magistralmente escrito y de que analiza la poesía del más grande poeta boliviano como hasta ahora nadie la analizó, pinta a cabalidad y con un lenguaje ágil la sociedad boliviana de los Andes de esa primera mitad del Siglo XX. Y no es una estimación solo mía, sino de varios críticos extranjeros que valoraron elogiosamente el libro en la prensa extranjera cuando aquél apareció. El Hechicero tiene que decir mucho todavía a las juventudes bolivianas.
Presumo que la ausencia de este autor boliviano —nominado al Nobel de Literatura y ganador del Gran Premio Nacional de Literatura en 1951 por el Nayjama— obedece a un prejuicio político resultado del momento histórico que vivimos, pues quizás incluso los menos izquierdistas del Comité Editorial que seleccionó las obras de la BBB no se hubiesen sentido cómodos proponiendo al autor del General del pueblo. En esa omisión, pienso, se cometió una injusticia. Más allá de sus equivocaciones —que todo hombre público comete en la vida—, Diez de Medina es un escritor y pensador fundamental para la comprensión de la Bolivia mestiza, india y preñada, al mismo tiempo y paradójicamente, de los influjos de la cultura universal, de los que él se nutrió.
Exactamente lo mismo se podría decir, verbigracia, de HCF Mansilla, pensador que, aunque no entusiasme a los apologetas de la Bolivia india, nacional-popular y plurinacional, es un intelectual consagrado que ya forma parte de un canon tácito imprescindible debido al carácter crítico e incisivo de su pensamiento, cuestionador del convencionalismo que impera en la psique del grueso del colectivo boliviano.

El autor es profesor universitario.

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