lunes, abril 29, 2024
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La deconstrucción de la estética

Podríamos definir a la estética como la rama de la filosofía que estudia la esencia y la percepción de la belleza, y que analiza los valores que se encuentran enmarcados dentro de lo bello y agradable. Si se suprime estos valores, entonces lo bello deja de ser bello, lo hermoso deja de asombrarnos y la perfección pierde su valor; es decir, se pierde la conexión entre lo perfecto y los sentidos. El placer de observar, escuchar o palpar deja de tener intensidad, pues no se logra diferenciar entre lo estéticamente erróneo y lo armónicamente bello.
La estructura estética también está ligada a conceptos y preceptos éticos. Es ahí donde el arte se convierte en un reflejo social, donde la belleza va a la par de la construcción social en todos sus ámbitos. Cuándo los fundamentos éticos y estéticos son abiertamente “deconstruidos”, para dar paso a una relativización de valores, la estrecha relación entre los sentidos y la belleza queda abiertamente afectada, pues ya no se aprecia lo bueno y lo bello. De esta forma el arte deja de ser expresión de armonía y estética y se convierte en una vertiente más del relativismo moral.
Si la belleza queda afectada en su apreciación deja de causar emoción en el receptor y se convierte en una simple variante de la “libertad de expresión”, donde se comunica todo y nada se valoriza, de este modo la expresión libre invade el ámbito del arte y la belleza. La controversia y la diversidad de opiniones son los baluartes a defender, ya no se habla de estética ni mucho menos de ética, lo que importa es la llamada “inclusión social”, por ende, la diversidad pasa a ser el bien a comunicar.
Entendamos que la deconstrucción de la estética y del arte solo se da para la cultura occidental. Es una simple estrategia para su descomposición, con el afán de transformar sus cimientos y valores; en pocas palabras, volverla menos ética y cristiana. Se podría decir que la deconstrucción es netamente nihilista, pues pretende con ello crear nuevos paradigmas éticos y estéticos, con el fin de amoldar la cultura occidental hacia una visión netamente progresista, donde la opinión de las masas es más importante que la ética social.
La cultura, como base fundamental de la sociedad, al ser cambiada o desvalorizada, a favor de la libertad de expresión, deja de ser apreciada, el arte, la belleza y la estética ceden ante la imposición, lo grotesco y la banalidad. La sociedad, al ya no apreciar lo bello, se ve inundada de transgresiones estéticas y abusos de lo mundano. De esta manera, la sociedad occidental se desvanece ante la imposición visual y auditiva de lo políticamente correcto. Se va dejando de lado la sana costumbre de pensar y de apreciar; todo el entorno se convierte en un simple enlatado de ideas prefabricadas que se repiten y repiten como consignas de inclusión y neo cultura, donde la belleza ya no entra en los cánones del arte y lo irracional se convierte en una constante que atropella la estética y acalla el alma.

Marcelo Miranda Loayza, Teólogo y Bloguero.

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