lunes, abril 29, 2024
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Comunicación Política, Guerra Cognitiva y Ética

Parte II

Elementos cognitivos de la comunicación política actual

Si buscamos a profundidad sobre el uso de estrategias cognitivas en la comunicación política encontramos, por ejemplo, el hecho de que las actuales campañas políticas usan a nivel táctico, término netamente militar, la llamada comunicación disruptiva.
La comunicación disruptiva se basa en el uso de mensajes y canales que rompen de forma abrupta con la manera tradicional como se comunica el político o la organización política con el electorado. Todo con el fin de que éste último se sienta atraído hacia la propuesta política.
En este sentido, el efecto de la comunicación disruptiva es esencialmente cognitivo sobre el segmento electoral.
Pero hay más de lo cognitivo en la nueva comunicación política que desplaza las narrativas de relatos ideológicos, por narrativas centradas en los perfiles emocionales del electorado. La llamada política de las emociones tiene una finalidad cognitiva.
Es con estas narrativas estratégicas que segmentos electorales pueden actuar determinados por emociones; que son estudiadas previamente para lograr una respuesta específica.

Aspectos éticos claves de la Comunicación política
A todo esto, cabe la pregunta ¿qué ocurre cuando la campaña no es electoral, porque no existe un evento electoral en el futuro inmediato; sin embargo se ejecuta una campaña política cognitiva?; es decir se produce una campaña dirigida a manipular las emociones de un sector de la sociedad; con la finalidad de que éste último se levante contra un sistema de gobierno o una legislación.
Antecedentes de estas prácticas han sido estudiadas, también desde Francia, en vinculación con el Estado Islámico y sus campañas de reclutamiento.
Puede alguien responder afirmativamente a la pregunta de si ¿es ético manipular a las personas para que formen parte de movimientos terroristas contra las instituciones y las personas de su propio país?
Pero no solo son los extremistas islámicos los que usan estrategias de guerra cognitiva. ¿Qué pasa cuando esto también ocurre en el seno de las democracias occidentales tanto en campañas políticas no electorales, como en las campañas electorales? en las cuales se utiliza la información de los usuarios de redes sociales para facilitar la divulgación de narrativas basadas en relatos poco o nada veraces, para influenciar a un segmento electoral.
La primera víctima de estas prácticas es la antigua veracidad, que era y es una premisa ética del periodismo, y que ahora se ve seriamente comprometida con estrategias basadas en la premisa maquiavélica de que el fin justifica los medios.
Si el fin entonces justifica los medios ¿está justificado que amplios sectores de un electorado sean manipulados en base a fake news, para que opten por una candidatura o simplemente para que no se movilicen por la candidatura contraria?
Hasta qué punto es ética este tipo de campaña, y que tan perjudicial puede ser para una verdadera democracia el hecho de que amplios sectores de la sociedad puedan ser manipulados desde infraestructuras digitales.

La polémica de las redes sociales
Igualmente es polémico el hecho de que los usuarios de las llamadas redes sociales, que se rigen por normativas comunitarias que prohíben la incitación al odio sean manipulados por medios de relatos sesgados; o simplemente estén expuestos a la reproducción de contenido no auténtico desde perfiles o cuentas creadas por medio de inteligencia artificial, que se hacen pasar por cuentas de personas u organizaciones reales.
Cabe destacar, en lo que corresponde a la incitación al odio por medio de narrativas que se divulga en campañas políticas cognitivas, se pasa el umbral de la ética y se cae en el ámbito jurídico, ya que surgen responsabilidades.
Como si esto no fuera poco, está el hecho de que son los mismos usuarios los que de forma libre proporcionan el insumo de los servicios de publicidad digital que ofrecen las empresas tecnológicas: sus datos, que son vendidos para mejorar las campañas publicitarias de editores que pagan cuantiosas sumas de dinero por estos servicios a las empresas tecnológicas como Facebook, Twitter o Google.
Cuando estos mismos usuarios son los ciudadanos de una sociedad sometida a narrativas tendenciosas, poco espacio queda para definir un sistema político como verdaderamente democrático.
Ante esta situación ética y política descrita estamos en presencia de lo que fácilmente puede ser definida como una plutocracia tecnológica que manipula la verdad, con el fin de que está sea solamente la percepción de lo real, considerado por el cuerpo social, que es sometido a un intenso bombardeo de información manipulada, desde los intereses de élites con claros objetivos políticos.

Referencia
2) Air Force (1996) Hit’em Where It Hurts: Strategic Attack in 2025.

Rolando Graterol Guzmán, Mentor, Historiador y Abogado.

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