domingo, mayo 5, 2024
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Buenos precios, mala producción

Es innegable que nuestro país está en un momento de extraordinaria buena suerte, en circunstancias que la humanidad se encuentra padeciendo por una guerra injusta entre Rusia y Ucrania. Esa buena suerte es el alza de los precios de las materias primas que exporta Bolivia y países cuya economía depende de la producción de dos o tres artículos y carecen de soberanía en alimentos, medicinas, maquinaria y otros, que tienen que importar con las escasas divisas que reciben. Los precios del gas, petróleo y soya se han elevado, en comparación con dos años atrás, cuando estaban en niveles mínimos que justifiquen su producción. El precio del petróleo ha subido a más de 100 dólares la unidad y también el del gas, aunque en menor medida, así como los precios de la soya y otros granos. ¡Esta situación no podría ser más afortunada!
Sin embargo, esa providencial circunstancia está a punto de desvanecerse y convertirse en una pesadilla, debido a la falta de previsión de algunos gobiernos bien conocidos, en cuanto al sentido nacional, así como por políticas festinatorias dedicadas al derroche y la corrupción, que dejaron a Bolivia sin la posibilidad de salir del atraso y lo hicieron retroceder varias décadas.
Efectivamente, la buena suerte está por convertirse en desgracia por varias causas sustantivas, además de las indicadas. La primera sería que el gas de exportación está casi agotado, pues los yacimientos han sido súper explotados y no existen otros que los sustituyan. La gallina de los huevos de oro está en agonía. Es más, pareciera que no hay esperanza en cuanto a que el problema sea solucionado.
Aparte de esas desventajas que impedirán obtener los grandes beneficios esperados, se tiene otro de igual volumen que consiste en que Bolivia importa (de Chile) creciente cantidad de gasolina automotriz y diésel, cuyos precios subirán, por lo que las divisas bolivianas que ingresan por un lado, saldrán por otro.
En cuanto a la producción y exportación de soya, no tiene mayor importancia cualitativa ni cuantitativa, pese al precio elevado, ya que sus beneficios para al país son limitados, por carencia de políticas agrarias y agropecuarias. No solo eso. La producción agrícola tradicional que llenaba la canasta de la población, también está de caída desde hace varios decenios. Es más, por esa carencia de alimentos nativos, aumenta el contrabando desde Argentina, Perú, Chile y Brasil, y son estériles los esfuerzos de las autoridades rurales para solucionar el problema de la tierra.
Al contrabando de alimentos se añaden las grandes importaciones del gobierno y de particulares para cubrir el déficit interno de alimentos, todo como resultado de una política antiproteccionista que ha puesto al borde de la miseria a los agricultores indígenas, que han abandonado sus tierras para ir a las ciudades. Lo cierto es que la economía de Bolivia fue dedicada a la exportación de materias primas.
Durante todo el siglo pasado, la economía del país estaba dirigida a la exportación de productos sin valor agregado, lo que determinó que se convierta en una colonia pobrísima, donde una minoría burocrática es multimillonaria, fenómeno que se está reproduciendo, sin que se pueda salir de ese círculo vicioso.

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