sábado, mayo 18, 2024
InicioSeccionesOpiniónAñoranzas alteñas

Añoranzas alteñas

Escribir en torno a reminiscencias de cualquier ciudad o región no es una tarea sencilla, cuando se trata de apegarse a lo que realmente fue, lo cual implica ser lo más puntual posible. En ese sentido, sobre la base de datos proporcionados por antiguos vecinos alteños, entre ellos don Américo Álvarez, a quien ya consulté en el año 2015 para escribir “Cuando se jugaba golf en El Alto”, nos adentramos en el ayer de esta pujante urbe.
Mucho antes que de “Las Cabecitas” se tiene que hablar de “La Casa Rosada”, en plena Ceja esquina calle 2 –comienza indicando– sobre los puntos tradicionales de sabrosa comida de esa época. El primero, de venta de cabeza de cordero y thimpu, comenzó allá por el año 75 en una tarima en la calle, luego en un pequeño tinglado, y posteriormente la construcción. Afamado lugar al que subían desde La Paz a deleitarse con sus platos muchas personalidades, inclusive del ámbito político y empresarial. El segundo, es de los años 60 y quizá hasta mucho antes, siendo muy concurrido por sus ricos brazuelos, además del expendio de buena chicha. Rebalsaba de gente cuando la fecha era del “Circuito de autos”. En la Ceja, en materia de bares, por esos años existían el “Strongest”, “Bolívar” y “El Danubio Azul”; la propietaria del primero, doña Julia Rodríguez; del segundo, la señora Ventura Chacón, y el tercero de la familia Andrade. Locales, por cierto, seguros y muy respetables, no como acontece hoy, cuando impera la inseguridad.
Sobre el golf, dice, don Jorge Corzo, de nacionalidad peruana, experto en mecánica de la célebre importadora “COBANA”, fue destinado a las oficinas de El Alto; fue quien impulsó la práctica de este deporte en la fría pampa plena de paja brava, el campo de juego cubría lo que hoy ocupa la zona 12 de Octubre y alrededores, llegaba hasta el cuartel Tarapacá. Alvarez fue “caddie” de este pionero golfista. También habla de los deliciosos medio lomos de don Felipe, en una rústica construcción aledaña al alambrado del Aeropuerto. “Tenía una estufa metálica hecha por él, además de una mesa de fierro fundido donde preparaba y hacía cocer los asados; concurrido por empleados de la Aduana, Aeropuerto, militares, y otros”, recuerda.
Respecto al lema “El Alto de pie nunca de rodillas”, sostiene que es autoría de “El Hijo del Norte”, denominativo con el que se conocía al vecino de Alto Lima, de entonces, Miguel Flores, quien lo exclamaba particularmente en una serie de encuentros festivos barriales. Por esos tiempos –prosigue– se tenía que ser osado para vivir en un clima inhóspito; la gente salía a vender algo cuando los peregrinos se dirigían a pie a Copacabana y se encargaban a la Virgen, en su gruta, a cuyo lado estaba el característico anuncio grande de “Orange Crush”. Entre los vecinos pioneros cita a Oscar Tórrez, Prudencio Verástegui, Apolinar de la Borda, Marcelino Aspiazu, entre otros. Todos utilizaban entonces –1960– el colectivo número 12, azul, que partía de lo que hoy es el baño público de la Pérez Velasco; subía por la carretera antigua y se tardaba dos horas en llegar a la Ceja, por lo que muchos preferían bajar a pie. Son los verdaderos patricios alteños, enfatiza. Ciertamente se trata de añoranzas, y quizá hasta haya quien derrame algunas lágrimas al leerlas. Solo queda exclamar “Salud y honor a El Alto”.

ARTÍCULOS RELACIONADOS
- Advertisment -

MÁS POPULARES