sábado, mayo 18, 2024
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Invasión imperialista

“Todos se comprometen a arreglar sus controversias internacionales por medios pacíficos. Ninguno recurrirá a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad o independencia de otro estado”, es uno de los objetivos de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Empero la sangrienta invasión imperialista sobre Ucrania, una nación con más de 1.000 años de historia, transgrede ese esquema, del organismo internacional. Hecho que, desde el 24 de febrero pasado, mantiene en vilo al mundo. Se teme el peor desenlace, en dicho conflicto.
La invasión, sea de matiz derechista o izquierdista, jamás será tolerada, sino condenada, por unanimidad, con firmeza y energía, pese a quien pesare. Esa es la mentalidad que anima hoy a propios y extraños. Criterio que se impone en el seno de la comunidad internacional.
La invasión militar violenta la soberanía de las naciones. Destruye la convivencia pacífica, altera el sistema de libertades e impone designios propios de vesánicos y autoritarios. Divide a la humanidad, ávida de paz. Las generaciones actuales no conciben que una actitud de esa naturaleza sea opción para abordar problemas territoriales, u otros, sino la predisposición para el diálogo, en la busca de entendimiento y concertación, en un marco de alto nivel. Y lo más importante sería la voluntad política para allanar puntos de coincidencia, a fin de superar los escollos que siempre existen.
En ese entendido los bolivianos, gobernados y gobernantes, obviando diferencias de credos religiosos o colores políticos, debiéramos, sin medias tintas, sumarnos a las manifestaciones de repudio a tales excesos que surgieron en diferentes países. Respaldar, asimismo, las heroicas acciones de resistencia, protagonizadas por el gobierno y pueblo ucranianos, ante el avance de la bestia invasora.
Debiéramos ser solidarios con quienes sufren por la brutalidad de los bombardeos, impulsada por un ser insensible e inhumano, en pleno Siglo XXI. Parece que la bota militar dictatorial dijera: “hasta las últimas consecuencias”. Con ese propósito se abre paso destruyendo ciudades, sembrando dolor, muerte, zozobra e incertidumbre entre los ciudadanos de Ucrania. Acciones que han conmovido a la comunidad internacional.
Bolivia, es bueno refrescar la memoria, fue objeto también de invasión militar en 1879 y como consecuencia de ella perdió su acceso soberano al mar Pacífico. En el tiempo actual, la Corte Internacional de Justicia de La Haya dijo que “Chile no tiene obligación de negociar con Bolivia un acceso soberano al océano Pacífico”. Una vez que se conoció el fallo, el abogado y especialista en Derecho Internacional, Víctor Hugo Chávez, señaló “Ahora, el mar de promesas se convirtió en mar de fracasos”.
Los adversarios de entonces amenazaron, inclusive, con una “invasión devastadora”, que tendría por objeto hacer desaparecer a Bolivia del mapa sudamericano. Quisieron polonizarla. Nuestros antepasados, ciertamente, sufrieron también tales tropelías, que no armonizaban con actitudes civilizadas.
En suma: aún es tiempo para identificarnos con la devastada Ucrania.

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