jueves, abril 25, 2024
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Inteligencia emocional y Pensamiento crítico Naturaleza e importancia de su relación e interdependencia

Por: Equipo editor

 

Recordemos que el pensamiento crítico es el proceso intelectual que se realiza de forma consciente y autorregulada, que permite pensar con lógica y llegar a un juicio razonable analizando, evaluando, interpretando, infiriendo y explicando la realidad a través de cuestiones evidenciables y objetivas. Es decir, consiste en ser receptivo a la información, cuestionándola sin aceptarla directamente.

 

Ya que el pensamiento crítico básicamente trata de un tipo de pensamiento reflexivo y racional por esencia, donde parte de la duda para dejarse regir por la lógica. Es decir, en otras palabras que el pensamiento crítico es la habilidad de pensar racionalmente y sin sesgos, de forma que se entiende o construye una conexión lógica de ideas. Sin embargo, es muy importante aclarar que el pensamiento crítico no es:

 

  • El pensamiento crítico no es un intento por hacer que las personas piensen de la misma manera, ya que, si bien varios individuos pueden aplicar el mismo procedimiento, las prioridades, principios y lista de valores que afectan al razonamiento son diferentes para cada persona. Es decir, muchos podrían contar información o experiencias nuevas que otros no cuentan, para que, con el mismo principio, se lleguen a conclusiones totalmente diferentes. Adicionalmente, siempre habrá diferencias en la percepción y las necesidades emocionales básicas que harán definitivamente imposible que todos piensen de la misma forma, a pesar de la ponderación objetiva que haga el razonamiento crítico, pues esta sigue tratándose de información extra.

 

  • El pensamiento crítico no trata de cambiar la propia personalidad; incrementa la objetividad consciente, pero se siguen sintiendo los prejuicios habituales.

 

  • El pensamiento crítico no es una creencia. El pensamiento crítico puede evaluar la validez de las creencias, pero no es una creencia en sí, es un procedimiento.

 

  • El pensamiento crítico no reemplaza ni minimiza los sentimientos o emociones. Sin embargo, algunas decisiones emocionales que son también decisiones críticas, tales como decidir casarse o tener hijos, pueden considerarse desde múltiples puntos de vista.

 

  • El pensamiento crítico no favorece ni representa específicamente a las actividades científicas. Sus argumentos pueden usarse para favorecer opiniones contrarias a las comúnmente aceptadas en el marco científico.

 

  • Los argumentos basados en el pensamiento crítico no son necesariamente siempre los más persuasivos. Con gran frecuencia los argumentos más persuasivos son los destinados a recurrir a las emociones más básicas como el miedo, el placer y la necesidad, más que a los hechos objetivos. Por esta razón, es común encontrar en los argumentos más persuasivos de muchos políticos, predicadores o vendedores una intencionada falta de objetividad y de razonamiento crítico.

 

Los psicólogos han identificado dos diferencias fundamentales entre inteligencia y pensamiento crítico.

 

La primera se refiere al nivel de tratamiento de las informaciones. Es decir, el CI se concentra en elementos de “bajo nivel” que constituyen la base del pensamiento como leer un enunciado, mientras que el pensamiento crítico requiere competencias cognitivas de “alto nivel” como resolver un pr0blema o realizar un análisis.

 

Para medir el CI se utiliza un conjunto de test referidos, sobre todo, a los procesos de bajo nivel: memoria a corto plazo, velocidad de ejecución de una tarea simple y recuperación en la memoria de conocimientos usuales, entre otros. Por el contrario, en los test de pensamiento crítico con frecuencia se solicita a los participantes que redacten textos argumentativos, saquen conclusiones lógicas a partir de un relato elaborado, estimen la fiabilidad de las fuentes o expliquen su propio pensamiento. Se trata, pues, de poner de relieve capacidades mentales de alto nivel, más ricas y sofisticadas. El pensamiento crítico es, retomando una definición de la filósofa Elena Pasquinelli y de sus colegas, saber calibrar la confianza que se deposita en una información. Ello implica, entre otras cosas, identificar las hipótesis o los presupuestos de un discurso, evaluar los argumentos y las pruebas.

 

La segunda diferencia entre inteligencia y pensamiento crítico radica en que la primera se basa en el razonamien­to, mientras que en el segundo interviene un aspecto psicológico. Tener un pensamiento crítico es un estado mental, casi un rasgo de la personalidad, que engloba el afán de conocer la verdad, la necesidad de disponer de pruebas, la tendencia a imaginar varias explicaciones posibles y una cierta apertura a las ideas contrarias. Es lo que el investigador Kurt Taube denomina “factor de disposición”. A partir de una serie de evaluaciones llevadas a cabo en 1995 con 198 personas, este psicólogo demostró que se explican mejor los resultados obtenidos con los test de pensamiento crítico cuando se integra esta dimensión a la personalidad en lugar de analizar solo las capacidades de razonamiento.

 

Factor a considerar

 

Los investigadores identificaron tres características principales que promueven el pensamiento crítico: la curiosidad, el deseo de encontrar la verdad y la humildad.

 

Más allá de la curiosidad, el ejercicio del pensamiento crítico, al exigir cierto esfuerzo intelectual, solo sucederá si la persona se centra en la búsqueda de la verdad. Se puede ser capaz de actuar con gran rigor, pero no poner en práctica esta capacidad a diario. En 2009, Kelly Ku e Irene Ho, de la Universidad de Hong Kong, valoraron el pensamiento crítico de 137 personas que habían sido interrogadas sobre su interés por la verdad a través de un cuestionario diseñado para ello. Por ejemplo, debían indicar su grado de acuerdo con cuestiones como: «Las soluciones correctas a los problemas deben ser determinadas por personas en función de la autoridad que tengan» o «La diversidad de puntos de vista crea confusión en vez de ayudar a clarificar las cosas». Cuanto más revelaba este test el deseo por la verdad (si se respondía, por ejemplo, que la autoridad sola no es suficiente para asegurar la pertinencia de una solución, o que la diversidad de puntos de vista no puede dañar la verdad, si es que existe), más aumentaba la puntuación de pensamiento crítico.

 

Hoy en día es fácil ver un sin fin de debates sobre cualquier tema e igual de fácil es encontrar posturas que defienden un punto de vista o argumento a “muerte” en torno un determinado tema, lo mismo pasa con los argumentos y posturas que solo se cierran en decir que su criterio es así y no cambiará. Cualquiera de estas posturas no son, necesariamente, las de personas superficiales o modestamente inteligentes: revela, simplemente, una forma de estar con el mundo. Para algunas personas, la decisión de creer no es algo absurdo, porque en el fondo la verdad no les importa. Otras, en cambio, la aprecian y, en consecuencia, manifiestan una cierta “vigilancia epistémica” buscando pruebas en la medida de lo posible. Se trata de una de las bases del pensamiento crítico, independiente del coeficiente intelectual (CI). Se pueden desear pruebas, incluso si los medios disponibles para obtenerlas son limitados; y a la inversa, se puede estar muy capacitado para encontrar pruebas, pero no tener un deseo desmesurado de conseguirlas.

 

Finalmente, la humildad intelectual figura en lo alto de los factores que favorecen el pensamiento crítico. A quienes les falta, manifiestan una rigidez mental; ante pruebas adversas, no cambian jamás de opinión. Todo lo contrario que Mark Lynas, ambientalista y antiguo activista contra los transgénicos y ahora defensor de los cultivos genéticamente modificados. Después de sopesar ciertos aspectos científicos, renegó públicamente de sus afirmaciones iniciales. Se esté o no de acuerdo con él, debe reconocerse su modestia y coraje: para pensar de forma crítica se necesita dudar de sí mismo, no solo de los demás, y en ocasiones admitir que se está equivocado.

 

En todo caso, desarrollar el pensamiento crítico vale la pena, puesto que las capacidades de razonamiento de alto nivel que ello implica son transferibles a muchas áreas. Según un estudio dirigido por Heather Butler, de la Universidad de Claremont en California, un pensamiento crítico y agudo se asocia con una menor frecuencia de acontecimientos negativos en la vida (perder el trabajo al cabo de una semana de iniciarlo, comprar ropa y no usarla, ser acusado de provocar un accidente de tráfico, etcétera). Asimismo, parece favorecer mejores decisiones.

 

El pensamiento crítico también se relaciona con un mejor rendimiento académico, como demuestra un metanálisis llevado a cabo en 2017 por Carl Fong y sus colegas de la Universidad Estatal de Texas a partir de 23 estudios y un total de 8233 participantes. Otros trabajos sugieren que el pensamiento crítico conduce a una mayor eficiencia en ciertas ocupaciones que requieren habilidades analíticas. La investigadora Sara Elson y sus colegas constataron tal suposición en 2018 en un estudio con empleados de varios departamentos gubernamentales.

 

En resumen, el desarrollo del pensamiento crítico no es solo una necesidad social impuesta por la explosión de las noticias falsas (fake news) y rumores perjudiciales, sino que también es un camino hacia el éxito personal y profesional.

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