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6 de agosto, de cara al bicentenario

Parte II

La construcción plurinacional, como eje transversal, radica en la articulación estatal democrática, dialogada, de nuestros distintos pueblos y culturas, especialmente de sus dos grandes vertientes, la indígena originaria y la occidental. La plurinacionalidad es la convivencia armónica entre distintos pueblos y culturas que conforman el país a partir de relaciones de igualdad superando cualquier subordinación. Es un valor esencial de nuestra diversidad y un concepto estatal de gran contenido estructurante que no lo inventó el MAS. Que se revindicó primero en tierras altas desde los 70 con el manifiesto de Tiwanaku, seguido en los 90 por los pueblos de tierras bajas con la marcha por la dignidad y el territorio y continuada luego en la vida democrática hasta plasmarse en la Constitución, inicialmente en 1994 y 2004 y plenamente en 2009. Construcción plurinacional significa pluralismo, interculturalidad, respeto al otro y mutua alimentación de valores diferentes que acaben la exclusión de unos y de otros en un país de iguales y de todos.
La construcción autonómica, supone la construcción de gobierno, deliberación, democracia, productividad y desarrollo, en cada una de las regiones, departamentos, municipios y autonomías indígenas, como condición para construir nuestro país como espacio unido, vertebrado y ocupado social, económica y políticamente por su población. Se trata del gobierno propio y de la administración de los intereses colectivos en cada lugar organizado del territorio nacional, articulando descentralización y democratización para acabar con el centralismo autoritario. La construcción de una Bolivia autonómica apareja un rediseño estatal territorial que debe iniciarse en un gran pacto fiscal que, diagnosticadas nuestras falencias y desigualdades, redefina la utilización descentralizada de los recursos, sus fuentes de financiamiento y las competencias, potenciando municipios, gobernaciones y autonomías indígenas. Sólo así avanzaremos en una estrategia geopolítica de equidad territorial, ocupación geográfica integral y soberanía nacional.
La construcción productiva tiene que iniciarse con un paulatino pero decidido abandono del extractivismo primario exportador de claro raigambre colonial, que selló la explotación indígena y el saqueo de nuestros recursos. La verdadera defensa de la madre naturaleza y el medio ambiente requiere el cambio radical, aunque gradual, de la matriz productiva para una industrialización nacional de base ancha, especializando al país en determinadas tecnologías, en economías agrícolas orgánicas y en las que desplieguen nuestras vocaciones culturales, turísticas, gastronómicas y artesanales.
La construcción del estado de derecho es la tarea siempre pendiente de la institucionalidad que garantice libertad y dignidad individual y colectiva frente al gobierno y al Estado que deben cumplir leyes, respetar derechos y promover bienestar. La reforma estructural de la justicia es el primer paso que ya no admite demora para terminar con su bochornosa dependencia, para acabar con la persecución judicial, pero además con la burocracia, la corrupción, la inseguridad ciudadana y el violentismo de una sociedad machista y adultista. La independencia real de los poderes, el respeto a la soberanía del voto, los límites infranqueables de la ley al poder, y el servicio público como razón principal de la representación y la política, sólo podrán construirse en su integralidad a partir de un órgano judicial reconstituido con jueces idóneos e independientes.
Las grandes potencialidades del país sólo podrán ser desatadas en renovados escenarios de concertación que hoy los gobernantes deben construir abandonando el autoritarismo y la intolerancia, pero que serán útiles solo si los opositores concurren con visiones más trascendentes que la sola negociación de lo avanzado o la nostalgia del viejo país que no debe retornar.
Hoy, a 196 años de la independencia, necesitamos que los lideres actuales logren alzar la vista para perfilar el horizonte. De lo contrario habrá que reemplazarlos porque el bicentenario próximo no nos puede encontrar entrampados entre quienes mutuamente se descalifican como “tiranuelos masistas” y “derechistas vende patrias” que siguen ignorando las potencialidades del país que, pese a todo, después de casi 200 años sigue de pie y tiene camino por delante.

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