Mesura y tino en las declaraciones

El desempeño de cualquier función pública o privada debe ser causa o motivo suficiente para contar con mucha información que merezca llegar al pueblo; cumplir la función de explicar y hacer partícipe al público de cualquier acontecimiento siempre es bueno y constructivo; pero en determinadas situaciones hay normas de procedimiento que tienen que ser cumplidas para dar a conocer lo que reclama el público: tino, prudencia y mesura.
Los apresuramientos por “salir del paso”, diciendo cualquier cosa y como sea, no debe ser recurso de quien tiene algo que informar o declarar. Las normas de educación, el buen uso del idioma, el tino y la cordura deben ser condiciones de quien dice algo, porque el público tiene derecho a que se le brinde información y quien declara tiene la obligación de ser correcto, amable, claro, preciso y veraz. Y es que, de otro modo, la mentira, la falsedad y las formas o modos engañosos no sirven y solamente dan lugar a que la institución por la que se emite una declaración no merezca respeto ni consideración, debido a formas incorrectas con las que son manejados los asuntos públicos y privados que, en todo caso, son inherentes al público.
Muchas veces ocurre que autoridades de “alto rango” creen que su misión termina al expresar cualquier cosa y como sea, sin guardar los respetos y consideraciones que merece la audiencia a quien se dirige. Autoridad no implica prepotencia y menos malas maneras y pésima educación. Quienes están más alto deben cuidar mucho sus modales, su forma de dirigirse a un público con derecho a conocer todo lo que compete al país. Lo que diga un funcionario no es, en modo alguno, concesión graciosa o gratuita; es, siempre, un deber y una forma de ser parte de cualquier poder en el cual trabaje o cuya representación ejerce al recibir la encomienda de informar, declarar y dar a conocer lo que corresponde a la salud del pueblo, que no debe estar sujeto a informaciones falseadas o comentarios desvirtuados por intereses creados.