domingo, mayo 5, 2024
InicioSeccionesOpiniónEl extractivismo en la explotación forestal boliviana

El extractivismo en la explotación forestal boliviana

Es motivo de debate nacional el hecho de que la renta de un país provenga mayoritariamente de la explotación de sus recursos naturales, como es el caso de Bolivia y de casi todos los países latinoamericanos y de otras latitudes. En nuestro país, durante la colonia y desde su fundación, la economía se ha basado en la extracción de recursos mineros como la plata, el estaño y ahora el oro, además del gas, olvidando que, durante mucho tiempo, también se echó mano, mejor dicho hacha a recursos vegetales de gran demanda mundial. Un referente muy importante a este aspecto resulta ser el libro “Historia del desarrollo forestal de Bolivia”, de reciente publicación, escrito por el destacado colega y amigo Javier López Soria. En él son descritas las distintas etapas del desarrollo forestal en la era republicana y la casi siempre zigzagueante política de administración de estos recursos, traducidos en leyes y decretos dictados al margen de los intereses del país. Es un texto que ayudará a interiorizarse de la temática y tener elementos de juicio para contribuir a las políticas de conservación y sostenibilidad de este importante recurso natural.
Como lo anota el autor, Bolivia, conocido como país minero en el mundo, se benefició de la existencia de tres especies forestales para extraer productos vegetales de gran demanda en su época. Nos referimos a la quina, el caucho y el castaño. De la primera se aprovechó la corteza por su contenido de quinina, un alcaloide medicinal usado para tratar la malaria y que ya fuera conocida por los aborígenes de Perú y Bolivia, antes de la colonia. Su gran demanda en Europa ocasionó la sobreexplotación de los bosques de quina en las zonas productoras como los Yungas y otras provincias del norte de La Paz, lo que obligó al gobierno de Andrés de Santa Cruz, en 1830, a decretar la veda en la tala de árboles y la prohibición de extracción de cascarilla por extranjeros en el valle de Zongo. Pero, como después ocurrió con el árbol del caucho, no faltó un enviado inglés, Charles Ledger, que en 1865 se llevó semillas a Europa y posteriormente se hicieron plantaciones en Java, terminando con la primacía de Bolivia como único productor mundial. Se cuenta que en los años 60 hubo un corto renacimiento en la explotación de la quina con destino a laboratorios extranjeros que producían sulfato de quinina para los combatientes norteamericanos en Vietnam.
La explotación del caucho se extendió desde finales del Siglo 19 hasta el principio del Siglo 20 (1880-1913), comprendiendo el departamento de Pando, el norte del Beni y el norte de La Paz, un territorio apenas vinculado al resto del país y desconocido para la mayoría de sus habitantes. Los bosques de hevea o goma elástica fueron explotados en su integridad por personas que vieron su importancia económica en las estradas brasileñas que ya habían establecido centros de aprovechamiento del látex con anterioridad, sobresaliendo con mucho Nicolás Suárez, proveniente de Santa Cruz, que se convirtió en el productor más grande no solo por la explotación de sus pertenencias forestales sino, principalmente, por la de los medios fluviales de transporte diseñados y habilitados por él.
La existencia de este conglomerado de productores caucheros bolivianos, además de promover el desarrollo económico de los departamentos del Beni y Santa Cruz, sentaba la presencia de Bolivia frente al avance de “siringueiros” brasileños ávidos de expandir su dominio a los bosques de nuestro antiguo Territorio de Colonias. El imperio gomero de Suárez llegó a controlar el 80% del área de explotación del caucho, creando su principal base estratégica de operaciones en Cachuela Esperanza que, por su ubicación, le permitía controlar todo el tráfico fluvial ligado al transporte de mercancías y a la exportación de las bolachas de goma, propia o ajena.
En este punto es bueno agregar que el boom económico de la goma se basó más en los precios altos en el mercado mundial que en los volúmenes de producción, hablándose de los “años dorados” de la libra de 3 dólares en 1910. Durante la Primera Guerra Mundial la producción de goma llegó a un promedio de 5.000 toneladas anuales y fue decreciendo hasta que en 1919 el boom gomero llegó a su final. Durante los años 1909 y 1910 las recaudaciones del Estado por la exportación de goma fueron superiores a las de la plata, lo que empezó a configurar nuevas perspectivas para la economía basada en el extractivismo minero que continúa hasta hoy.
Entre las causas del fin del ciclo de la goma, el autor menciona al traslado de semillas de hevea por investigadores ingleses a sus colonias del sureste asiático y africanas, y a la creación de la goma sintética. Como se mencionó, lo mismo ocurrió con la quina, cuando el inglés Ledger se llevó semillas a la isla de Java.
El final de la era del caucho coincidió afortunadamente con el incremento de la recolección de castaña, que se constituyó en una fuente de trabajo e ingresos para una población estimada de 20.000 personas ocupadas antes en la extracción del caucho. Las mejoras de los procesos de industrialización y la existencia de mercados de exportación han permitido consolidar importantes centros de explotación castañera en Cobija y Riberalta, que contribuyen a la economía de estas regiones. Finalmente se menciona al palmito como otra fuente de recursos no maderables que ha tenido un desarrollo interesante en el trópico de Cochabamba, aunque las crecientes plantaciones de coca y sus altos precios podrían desincentivar su permanencia y crecimiento.
Se trata finalmente de un aporte indispensable para comprender el tema de los recursos forestales de Bolivia y cómo los productos extraídos de nuestros bosques han contribuido a la economía y desarrollo del país, pese al abandono de los poderes del Estado, la corrupción y la extracción indiscriminada de productos forestales, principalmente madera, por las fronteras del norte del país. Seguimos con el sistema de extracción de recursos forestales, mineros, de fauna y flora, sin políticas claras de reposición, conservación, sostenibilidad y respeto al medio ambiente.
En su parte final, Javier López nos llama a cambiar de enfoque en el aprovechamiento de los recursos naturales, porque en el país “siempre se ha actuado desde una racionalidad extractivista, como si los recursos naturales fueran infinitos e inagotables”.

ARTÍCULOS RELACIONADOS
- Advertisment -

MÁS POPULARES