El suicidio entre adolescentes es una preocupación creciente en nuestra sociedad. Los estudios demuestran que la gestión emocional deficiente es un factor significativo que contribuye a este problema. En un mundo donde las presiones académicas, sociales y familiares pueden abrumar a los jóvenes, enseñar a los jóvenes a manejar sus emociones se convierte en una necesidad vital para coadyuvar a su bienestar mental y emocional.
La adolescencia es un período de intensos cambios emocionales y de identidad. Los adolescentes que no aprenden a comprender y manejar sus emociones están en mayor riesgo de experimentar ansiedad, depresión y otros trastornos mentales que pueden desembocar en pensamientos suicidas. Es por esta razón que resulta primordial comenzar a enseñarles habilidades de regulación emocional desde una edad temprana, para así comenzar a prevenir futuros pensamientos autodestructivos.
La educación emocional en las escuelas juega un papel crucial en este proceso. Intervenciones basadas en la enseñanza de habilidades de inteligencia emocional han demostrado reducir los niveles de ansiedad y depresión en adolescentes. Al proporcionar a los adolescentes herramientas para identificar, comprender y expresar sus emociones de manera saludable, se fortalece su resiliencia emocional y, por ende, se reduce su vulnerabilidad ante el suicidio. En este aspecto, resulta primordial el rol del profesor encargado de aula, pues su papel trasciende la tutoría académica; saber reconocer cambios emocionales en los estudiantes y saber desmenuzar las posibles causas de este hecho son, en realidad, el centro de sus funciones. La clase magistral, donde las preguntas y los diversos puntos de vista no son admitidos, solo aumentan la frustración de los estudiantes al no ser escuchados ni valorados.
Además de la educación formal, es importante que los padres jueguen un papel activo en el desarrollo emocional de los adolescentes. El apoyo emocional y la comunicación abierta en el hogar crean un entorno seguro, donde los jóvenes se sienten cómodos expresando sus emociones y buscando ayuda, cuando así la requieran. Lastimosamente, sucede todo lo contrario, pues cada vez son más las familias que en sus disputas internas convierten el núcleo familiar en verdaderos infiernos. No son pocos los estudios que han demostrado que la calidad de las relaciones familiares está intrínsecamente relacionada con el riesgo de suicidio en adolescentes.
De igual modo, el estigma social que rodea a la salud mental sigue siendo un obstáculo significativo en la prevención del suicidio adolescente. Muchos jóvenes temen ser juzgados o estigmatizados por el solo hecho de buscar ayuda para sus problemas emocionales. Por ello es fundamental promover una cultura de apoyo y comprensión, donde hablar sobre la salud mental sea tan aceptado como hablar sobre la salud física.
En conclusión, la gestión emocional en la adolescencia desempeña un papel fundamental en la prevención del suicidio. Tanto la educación emocional en las escuelas, como el apoyo emocional en el hogar son elementos esenciales para fortalecer la resiliencia de los jóvenes y reducir su vulnerabilidad ante las innumerables crisis emocionales típicas de la edad. Es tarea de todos el preocuparse por la salud emocional de niños, adolescentes y jóvenes, pues no es permisible que cientos de jóvenes busquen en el suicidio la solución a sus problemas. Es hora de ponernos a escuchar.
El autor es teólogo, escritor y educador.