jueves, mayo 9, 2024
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Con guerras, más destrucción

Armando Mariaca V.

Lamentablemente, los promotores y fabricantes de armas –aliados de grandes poseedores de dinero– hacen que cada vez se vayan creando más armas letales y destructivas. Sin embargo, no debería ser de interés mundial la fabricación de armas con el perfeccionamiento necesario para causar destrozos cada vez mayores y, por supuesto, contar con mayor cantidad de víctimas. Se tiene conciencia y vocación de que organizaciones mundiales poco o nada avanzan en pos de frenar la producción de armas. Por ellos fábricas están en competencia para producir más y mejorar la calidad de armamento que destruya más y aumenten las víctimas.
Debería haber un movimiento de todo el mundo para evitar que se incremente la fabricación armamentística y buscar los medios para que todos los países eviten la proliferación de lo que se sabe servirá sólo para causar más daño. Todas las naciones, empezando por las mayores potencias, deben acordar la destrucción total de armas y si ello no es posible, llegar al convencimiento de que evidentemente no existe medio para acabar con la vocación por la muerte que tiene la mayoría de los pueblos, es decir, por matar y destruir.
Las pérdidas sufridas son cuantiosas, porque millones de personas han fallecido por efecto del armamentismo y no hay país que no padezca por perder capital humano, por ya no contar con personas que, de haber sobrevivido, aportarían para lograr el desarrollo de muchas poblaciones. Pero son muchos los niños caídos por efecto de las balas y millones de familias padecen por no entender cómo puede la humanidad actuar en contra de sí misma, al permitir que se designe autoridades para gobernar al mundo y con el pretexto de defender territorios o por lograr hegemonía política inicien conflictos bélicos.
Es, pues, extraño que los pueblos acudiendo al voto decidan nombrar nuevos dirigentes con vocación para destruir y matar, puesto que no es otra cosa lo que hacen al permitir que naciones integras se vean impelidas a tener más armamento y más condiciones para lograr el poder de destruir lo que al mismo ser humano le ha costado construir. Para los pueblos no puede haber entendimiento que satisfaga las libertades y bienestar, si viven pendientes de nuevas incursiones guerristas destinadas a cobrar víctimas y conseguir destrucción a costa de seres humanos.
Los pueblos no encuentran complacencia cuando saben que lo que hagan servirá para el mal y para anular la libertad, la democracia y la justicia. Todos los países usan el viejo dicho “si quieres la paz, prepárate para la guerra”; lo dicen para justificar sus ansias de poder, su deseo hegemónico de mayores conquistas y logros de riquezas que nada tienen que ver con las necesidades de sus pueblos, sino que sólo satisfacen ambiciones de quienes los han conquistado a costa de guerras y enfrentamientos entre hermanos. No puede haber paz donde hay vocación para destruir, no puede haber vida donde sólo hay conciencia para destruir a quienes viven en latitudes ajenas a la propia.

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