viernes, mayo 3, 2024
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Sobre los menos favorecidos

Severo Cruz Selaez

La crisis recae, hoy como ayer, sobre los núcleos familiares, de escasos recursos económicos. Una triste realidad, por cierto. En dictadura ocurría también lo propio. Por ello que se manejaba la consigna de: “el hambre no espera, todos a San Francisco”. Se creía que la democracia era el antídoto, para resolver los problemas sociales. Que la democracia iba llegar, como Papá Noel, cargada de pan, de empleo y oportunidades, para alcanzar el bienestar. Pero jamás pensaron que, en democracia, se presentaría la devastadora hiperinflación, que promovió el agio y la especulación. De veras que fue una frustración, para quienes lucharon, a brazo partido, por la democracia, porque estuvieron, en la situación de siempre. El avance fue en lo político y sindical, que garantizaba las actividades respectivas.
Algunos políticos, en épocas electorales, se llenaron la boca, hablando en nombre de los pobres, oprimidos y marginados –según decían-, desde el momento que el célebre navegante, Cristóbal Colon, atara sus carabelas, en puertos de América. Resucitaron, inclusive, la imagen y el discurso de un “sacristán”, que habría muerto, desmembrado por cuatro briosos corceles. Ignoraron la Reforma Agraria, de la década de los 50, que acarreó tierra y libertad para quienes estuvieron subyugados, en el campo. El significado, asimismo, del voto universal o la conquista irreversible. Y la educación rural, en particular.
Asumieron, según ellos, el papel de intérpretes de sus necesidades. Difamaron, con ese propósito, a quienes poseían suficientes ingresos, como resultado de la iniciativa empresarial. Limitaron, por lo tanto, el desarrollo de sus actividades, con la creación de nuevos entes estatales o no escuchando sus planteamientos. Pese que aquellos no han arrojado, que sepamos, los réditos a favor de la economía nacional. Han generado empleo, pero para quienes comulgaron con los gobiernos de turno.
Hoy la crisis golpea a los menos favorecidos, no a quienes detentan el Poder. Bajo la administración de un gobierno que manejó aquel discurso confrontador. No hay, por lo visto, la predisposición para defender la economía de aquellas personas que sobreviven en la incertidumbre, pensando en lo peor para el día siguiente. Les resulta casi imposible llenar la canasta familiar, debido que el boliviano ha perdido su poder adquisitivo. “Antes me compraba por arroba, pero ya no alcanza el dinero, ahora compro por cinco bolivianos. Antes mi presupuesto para comprar alimentos era 200 bolivianos, pero ahora eso no me alcanza”, lamentó una ama de casa (*).
He ahí la realidad en los mercados de La Paz. Los defensores de los pobres, oprimidos y marginados, no dicen esta boca es mía, al respecto. Posiblemente de esta situación le echarán la culpa a la derecha, al imperialismo o al gobierno de la señora que está en la cárcel. Jamás aceptarán sus desaciertos, que se inscriben ante la historia y ante sus contemporáneos.
En suma: ojalá no se reediten los funestos tiempos de la hiperinflación.

(*) “Los productos de primera necesidad suben de precio”, EL DIARIO, La Paz – Bolivia, 17 de abril de 2024.

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