martes, abril 30, 2024
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Los dos Che y las falsificaciones

Juan José Toro Montoya

Los hechos son los hechos y no se cambian, pero sí su interpretación que, por eso mismo, es manipulable.

En Criminalística se llama contaminación de los hechos a lo que ocurre en el escenario de un crimen luego de haber ocurrido este. El simple hecho de cambiar la posición de un objeto puede dar lugar a una interpretación diferente.

El 9 de octubre de 1967, Ernesto Guevara de la Serna, más conocido como el Che, y Simeón “Willy” Cuba Sanabria fueron asesinados en la escuelita de un caserío denominado La Higuera. Fue un asesinato porque, sin importar el argumento de “ejecución de guerra”, ninguno fue sometido a juicio y la decisión de eliminarlos provino de la Presidencia y el Alto Mando Militar bolivianos. Pero, al reportar su muerte, el gobierno de René Barrientos Ortuño planteó una situación diferente a la real: dijo que el Che había muerto un día antes, en combate, lo que hacía desaparecer el argumento del asesinato.

El 16 de abril de 2009, efectivos de élite del ejército y la policía de Bolivia ingresaron al Hotel Las Américas, de Santa Cruz, luego de ordenar que se apague las cámaras de vigilancia. Se escuchó disparos y hubo tres muertos: Eduardo Rózsa-Flores; Árpád Magyarosi y Michael Martin Dwyer. Esos son los hechos inmodificables y sobre los que coinciden todas las versiones.

Al igual que en 1967, el reporte del gobierno de Evo Morales fue acomodado a su conveniencia. Le dijo al país, y al mundo, que la presencia de los tres fallecidos y los otros dos detenidos formaba parte de una conspiración para separar a Santa Cruz de Bolivia y cuyas primeras acciones fueron el atentado a la casa del cardenal Julio Terrazas y la planificación del asesinato del presidente.

En 1967, la mentira duró poco. El 30 de diciembre de ese año, la revista francesa Paris Match denunció que “El Che fue asesinado a sangre fría”. En el reportaje, la periodista Michèle Ray contó la entrevista que le hizo al asesino de Guevara, el sargento Mario Terán Salazar, quien contó cómo lo mató, a las 13:10 del lunes 9 de octubre de 1967. En aquel entonces, los gobiernos no eran tan sinvergüenzas como los de ahora, así que, luego de desmentir oficialmente la versión de Paris Match, y ordenar la desaparición de Terán, el boliviano simplemente decidió archivar el asunto, pero la muerte del Che desató toneladas de literatura, e historias, que subsisten hasta el presente.

En 2009, la versión del separatismo fue usada para desarticular a la oposición boliviana que se había hecho fuerte en las regiones de la denominada “media luna”. Se desató una cacería cuyo resultado paralelo fue el posicionamiento del MAS al extremo de convertirse en el partido más poderoso de Bolivia. Irónicamente, el presunto líder de la supuesta banda separatista abatida en el hotel Las Américas, Eduardo Rózsa Flores, era un héroe de las Guerra de los Balcanes a quien se conocía como “el Che de la derecha”.

En 1967 se falsificó la verdad. ¿Qué ocurrió, realmente, en 2009? Esa es la pregunta que nos hacemos, 15 años después, quienes hemos aprendido que el verdadero periodismo y la historia siempre van de la mano. Y la otra enseñanza es que, sin importar cuánto tiempo pase, la verdad siempre llega a saberse.

 

Juan José Toro es Premio Nacional en Historia del Periodismo.

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