Ganadería del altiplano en plena desaparición

Una de las características de la pérdida de seguridad alimentaria en Bolivia, especialmente en la zona occidental, es la desaparición paulatina de la ganadería de vacunos, ovinos y auquénidos. Este problema se produce en especial en el occidente del país, donde vive una cantidad considerable de la población del territorio nacional.
Ese fenómeno empezó tan pronto se produjo una suerte de contrarreforma agraria, a partir de la segunda mitad del siglo pasado, pero más concretamente desde que se dictó la primera Ley INRA durante el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, que fue seguida por la Ley de Reconducción Comunitaria de la Reforma Agraria, dictada por el gobierno de Evo Morales y que culminó con la aplicación de una política agraria anti campesina y, finalmente, la situación empeoró con la promulgación de la Constitución Política en vigencia.
En el pasado, cuando primaba la civilización aymara, el altiplano y valles occidentales estaban cubiertos de bosques y grandes cantidades de ganado, como lo encontraron los migrantes y lo conservaron por muchos años casi intacto. Pero, enseguida con la invasión y conquista incaica fue depredada la región del Collasuyo, por la presencia de ejércitos de cientos de miles de hombres, que se encargaron de destruir la región. Los españoles encontraron esa ecología y trataron de restaurarla, pero desde fines del Siglo XIX, los ejércitos coloniales del Virreinato del Perú, cuando ingresaron al Alto Perú, hicieron otra violenta depredación de los bosques, hasta arrasarlos como anteriormente hicieron los incas.
Desde entonces, la ganadería entró en decadencia, salvo breves temporadas, y la destrucción dura hasta el presente, cuando ha llegado, excepto en algunas zonas, a su máximo nivel y la vegetación se ha reducido hasta casi desaparecer, sin perspectiva de recuperación. Así, se ha dejado de abastecer a las ciudades con carnes de oveja, ganado vacuno, etc., y los centros urbanos ahora se alimentan con carne de pollo, particularmente. En verdad, por falta de apoyo gubernamental, los campesinos en el occidente han abandonado no solo la agricultura, sino también la ganadería, lo que perjudica a la población que ahora depende de productos de otras regiones o importados de países vecinos, inclusive de manera irregular.