jueves, mayo 16, 2024
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Un equipo investigó el sitio Shinfa-Metema 1

La erupción de Toba pudo facilitar la dispersión humana desde África

Evidencia arqueológica en el Cuerno de África muestra cómo los primeros humanos modernos sobrevivieron tras hace 74.000 años, tras la erupción de Toba, uno de los supervolcanes más grandes de la historia.
La flexibilidad de comportamiento de estas personas no sólo les ayudó a sobrevivir a la supererupción, sino que también pudo haber facilitado la posterior dispersión de los humanos modernos fuera de África y por el resto del mundo, según la nueva investigación, publicada en Nature.
La teoría catastrófica de Toba establece que aquella inmensa erupción volcánica registrada en el norte de la isla de Sumatra, en la actual Indonesia, cambió el curso de la historia al producir la casi extinción de la población humana.
El equipo investigó el sitio Shinfa-Metema 1, en las tierras bajas del actual noroeste de Etiopía a lo largo del río Shinfa, un afluente del río Nilo Azul.
La supererupción ocurrió a mitad del tiempo en que el sitio estaba ocupado y está documentada por pequeños fragmentos de vidrio cuya química coincide con la de Toba.
Las criptotefras son fragmentos de vidrio volcánico característicos que pueden tener un tamaño de entre 80 y 20 micrones, que es más pequeño que el diámetro de un cabello humano. Extraer estos fragmentos microscópicos de sedimentos arqueológicos requiere paciencia y gran atención al detalle.
«Buscar criptotefra en estos sitios arqueológicos es como buscar una aguja en un pajar, pero sin saber si hay siquiera una aguja. Sin embargo, tener la capacidad de correlacionar sitios a 5.000 millas de distancia, y potencialmente más lejos, en cuestión de semanas en lugar de miles de años hace que todo valga la pena», afirmó Christopher Campisano, científico investigador del Institute of Human Origins.
Basándose en la geoquímica isotópica de los dientes de mamíferos fósiles y cáscaras de huevos de avestruz, concluyeron que el sitio fue ocupado por humanos durante una época con largas estaciones secas a la par de algunos de los hábitats más áridos estacionalmente del este de África en la actualidad.
Hallazgos adicionales sugieren que cuando el caudal de los ríos se detenía durante los períodos secos, la gente se adaptaba cazando animales que acudían a los pozos de agua restantes para beber. A medida que los pozos de agua siguieron reduciéndose, se hizo más fácil capturar peces sin ningún equipo especial, y las dietas se inclinaron más hacia el pescado.
Sus efectos climáticos parecen haber producido una estación seca más larga, lo que hizo que la gente de la zona dependiera aún más del pescado. La reducción de los pozos de agua también puede haber empujado a los humanos a migrar hacia el exterior en busca de más alimentos. (Europa Press)

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