lunes, mayo 6, 2024
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La educación que necesitamos

Teofila Castro Mamani

Los informes LLECE no ayudan para responder a esta cuestión. La educación es mucho más que instrucción y aprendizaje de destrezas para el ejercicio de una profesión.
La obsesión por reorientar la enseñanza desde los requerimientos del mercado laboral y el dominio de las nuevas tecnologías conlleva una amputación fortísima del derecho de aprender a cultivar todas las dimensiones del ser humano desde la infancia. Desgraciadamente, se ha consolidado un modelo de enseñanza sin educación. Seguimos sin aprender la crítica de Herbert Marcuse al hombre unidimensional. El modelo dominante de enseñanza está contribuyendo a reproducirlo. La tecnología desvinculada de la sabiduría es una nueva forma de alienación. Los empleos del futuro requerirán escuelas que desarrollen la creatividad humana y no servicios educativos para el mercado laboral que, en plena revolución de la robótica, necesitará algo más que cualificaciones profesionales.
Lo que más necesitamos es encontrar un fin compartido que dé sentido a nuestra actividad en la Tierra. Las sabidurías ecológicas son fundamentales para aprender lo que otorga más humanidad: adquirir una conciencia moral, pensar sobre el sentido de la vida, conocerse a sí mismo, desarrollar el gusto estético, saber utilizar el tiempo para la realización personal y comunitaria, comprometerse en el cambio eco social, luchar para acabar con opresiones laborales que precarizan la vida. En definitiva, lograr el buen vivir frente al bien estar y realizar la transición del tener al ser, propuesta para una calidad educativa.
La educación del yo interior enraizado en una visión ecológica de la realidad y en la práctica de la autocontención y la solidaridad predispone para la constitución de un yo político implicado en el activismo social. La buena educación es la que aspira a formar personas que vivan la existencia con armonía entre la dimensión interior y la dimensión sociopolítica de su ser, entre el cultivo del arte y la lucha contra el sufrimiento social.
En conclusión, nos encontramos, como se afirma, en un momento de ceguera moral ante las catástrofes sociales y ecológicas. Necesitamos proyectos educativos que abran los ojos y vinculen el conocimiento con el cese del dolor que asola al mundo.

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