jueves, mayo 16, 2024
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Impune queda hoy la violencia

La violencia utilizada por ciertos sectores sociales es una característica de ciertos estados de crisis o decadencia. Esa definición abstracta es más fácil de entender cuando se afirma que es el producto de sociedades contemporáneas que no han podido o no han completado sus procesos de revolución democrática y que, por tanto, miran más hacia atrás que hacia adelante. Vale decir, quieren hacer retroceder la historia al tiempo de las cavernas para empezar de cero, creencia imposible porque la vida de los países nunca retrocede.
Esa opinión podría ser aplicable a la realidad boliviana actual, pero con aspectos más amplios, puesto que la simple violencia o aparición de contradicciones, ya no se arregla mediante vías pacíficas, sino que deriva en antagonismos que solo pueden ser resueltos por medio de la confrontación violenta.
El desarrollo político del país ha sido conducido, en últimos años, a ese proceso cuando se crearon las contradicciones, que no tardan en degenerar en rivalidades que, inclusive, podrían llegar a las rebeliones, golpes de Estado y hasta a algún movimiento insurreccional. También pueden producirse bajo condiciones conscientes y no espontáneas, bajo la dirección y control de algún partido que tenga interés en ello.
En todo caso, esa evolución negativa es evidente, mientras no se produzca un movimiento que no sea espontáneo, pues el actual solo produce un círculo vicioso, para que todo comience donde se había empezado y con consecuencias que empeoran.
En últimas décadas, la población boliviana observa un permanente estado de conflictos callejeros que se traducen en bloqueos, marchas, huelgas, etc., los mismos que en acumulación permanente, cambiaron en intensidad y empezaron a convertirse en antagonismos cada vez más violentos, hasta dar lugar a algún cambio de gobierno, aunque no fueron resueltos los problemas más preocupantes y se volvió a fojas cero.
Actualmente el país es escenario de esta forma de agitación que, en el fondo, llega a extremo antagonismo, con hechos como bloqueos de caminos, huelgas de todo tipo, inclusive el allanamiento a ciertos ambientes de la Asamblea Legislativa, sin que el Estado Plurinacional, encargado de controlar esa situación, adopte medidas para evitar semejantes amenazas a la tranquilidad pública. Es más, pareciera que algunas de esas acciones son alentadas y hasta financiadas por organismos partidarios que, además, tienen siniestros planes para retornar al pasado, según sus proyectos populistas de “teóricos” que han perdido la perspectiva histórica o nunca la han tenido.
En resumen, la violencia tiene raíces más profundas de lo que se estima y se la fomenta como si fuera una política liberal de “dejar hacer y dejar pasar”.

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