martes, abril 30, 2024
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El patrimonio cultural inmaterial de Bolivia

Luz Castillo Vacano

Habiendo comenzado el año propiamente dicho, después de los mentados carnavales, llega marzo con una particular inquietud en quienes defendemos las expresiones culturales bolivianas. Nuestras culturas son diversas y ricas, pero resaltan algunas que por un “valor excepcional” han sido reconocidas y declaradas como “patrimonio cultural”. En virtud a ello, varias expresiones culturales bolivianas han ingresado a una “lista representativa del patrimonio de la humanidad”, iniciativa que tuvo la Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) como parte de una política de protección de las culturas.
Las expresiones que ingresaron recientemente en dicha lista son: Ch’utillos, Fiesta de San Bartolomé y San Ignacio de Loyola, encuentro de culturas en Potosí (2023), La Fiesta Grande de Tarija (2021), Festividad del Señor Jesús del Gran Poder en la ciudad de La Paz el día de la Santísima Trinidad (2019) y los Recorridos rituales en la ciudad de La Paz durante la Alasita (2017).
¿Por qué y para qué estas expresiones ingresaron en dicha “lista”? Porque ostentan un “valor universal excepcional”, es decir, sobresalen en relación al resto de las expresiones debido a los valores que se les atribuye (identidad, historia, cohesión social, entre otros) y para que las mismas, en virtud de esos valores, sean protegidas. La protección tiene relación con los valores que tengan los cuales deberán mostrar continuidad; aunque esto no implica necesariamente que la expresión no deba presentar innovaciones. Lo que se busca es que la expresión no pierda características que la identifican como tal por parte de las comunidades que forman parte de sus respectivos contextos socioculturales.
Habiendo pasado un periodo festivo, corresponde ahora pensar en la forma en que se realizará esta protección. La Unesco recomienda que la misma se constituya como un conjunto de acciones organizadas por lo que señala la necesidad de un “plan de salvaguardia” en el que se estipulará un conjunto de proyectos. Cada proyecto provendrá de la identificación de un objetivo concreto que obedezca a la percepción respecto a un problema, deficiencia o falta, que, idealmente, deberá minimizarse o resolverse con la ejecución del plan.
Este “plan de salvaguardia” podrá ser elaborado y ejecutado por un “comité” formado por las instancias que valoren las expresiones y sean capaces de gestionar el mismo. Aún ninguna de las cuatro expresiones nombradas supra cuenta con un “plan de salvaguardia” conocido, sin embargo, se hallan vigentes y con mucha vitalidad cultural, y ya están repuestas de la afectación por la pandemia.
Corresponde, por tanto, a los comités evaluar la necesidad de ciertas acciones que proteja y fortalezca las expresiones, asimismo lograr expandir el desarrollo humano que ellas suponen. Una primera acción de todo plan de salvaguardia es la difusión: no solo del nombre de la expresión, sino de lo que ésta significa. Sólo conociendo el sentido del patrimonio cultural inmaterial se logrará que otros las valoren de igual forma.
En este sentido, la defensa de las expresiones culturales comienza por comunicar su importancia lo que conduce tanto a su valoración como a la asociación de la expresión con el país, departamento y municipio correspondientes. Solo es posible valorar lo que se conoce, tanto dentro como fuera del país. En marzo, que llega después de los mentados carnavales, puede ser el momento de partida para comenzar o recomenzar dicha labor.

La autora es antropóloga.

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