Las alertas por las lluvias, riesgo de desborde de ríos e inundaciones, se mantienen en cuatro departamentos: La Paz, Potosí, Oruro y Pando, hasta el 1 de marzo próximo. La situación de emergencia es más crítica en Cobija, capital de Pando, donde el nivel del río Acre alcanzó los 17 metros y las aguas anegaron totalmente los extremos del puente de la Amistad.
Sin embargo, según las alertas del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi), el riesgo de inundaciones todavía persiste. «Río Acre y afluentes secundarios pueden registrar ascensos con posibles desbordes en áreas próximas a las poblaciones de: Iñapari, Cobija Ciudad y poblados cercanos», detalla la alerta roja del Senamhi, que está vigente hasta este jueves 29 de febrero.
Esta alerta roja también está vigente para el departamento de La Paz, pero finaliza este miércoles 28 de febrero. Las poblaciones que están en riesgo de daños son: Plan Autopista, Aruntaya, Umananta, Zona Sur, Achocalla, Mallasa, Mecapaca, Palomar, Huayhuasi, Palca y comunidades cercanas (cabecera de cuenca y cuenca baja) Además, de Plan Autopista, Aruntaya, Zona Sur, Irpavi y comunidades cercanas.
Además, sigue vigente la alerta naranja en los departamentos de Oruro, Potosí y La Paz. En el primero las poblaciones en riesgo son: Turco, Centro Berlín, Puente Aroma, Toledo y Puente Carasila. Entretanto que en Potosí están bajo amenaza las poblaciones de Uyuni, Tinguipaya, Yocalla, Tarapaya, Tumúsla, Cotagaita y San Pedro, entre otros; y en La Paz están en riesgo San Andrés de Machaca, Sica Sica, Pucarani, Chojña Collo, Escoma y Ulla Ulla.
Hasta el momento las riadas y mazamorras han dejado al menos 40 muertos, unas 13 mil familias entre afectadas y damnificadas, y más de 450 viviendas dañadas en Bolivia, según datos oficiales del Gobierno.
Estos desastres contrastan con la ola de sequía que vivió el país incluso hasta diciembre, en medio de una ola de incendios forestales que no dieron tregua hasta noviembre del año pasado.
Juan Pablo Ramos, especialista en gestión ambiental y climática, atribuye estos fenómenos a los efectos del cambio climático y asegura que «estamos en un momento en el que ni siquiera la ciencia puede predecir lo que va a suceder o si es el fenómeno del Niño o de la Niña. Y por eso tenemos muchas dificultades para predecir con tiempo adelantado y tomar previsiones para afrontar estos impactos».
El problema de fondo, dijo, es el modelo de desarrollo que busca un mayor crecimiento a bajo costo, sin considerar los impactos del mismo. «Al final del día el problema es el modelo de desarrollo, la irracionalidad económica con que se mueve el planeta, bajo la lógica del mayor crecimiento a bajo costo. No estamos exentos de esto, ni el anterior Gobierno ni el próximo», indicó.
Y eso sucede en Bolivia, como en cualquier otro punto del planeta. «Lastimosamente es un fenómeno global, pero nosotros como países acentuamos los problemas climáticos», indica refiriéndose a la deforestación, al mal manejo del agua y otras acciones que impactan en el cambio climático.
El especialista considera que, justamente por eso, se deben adoptar políticas de prevención más claras desde el Estado y no esperar que suceda la emergencia para reaccionar.
«Desde los gobiernos municipales conocen cuáles son las zonas de riesgo, tienen mapas de riesgos. Por ejemplo, se podía poner barreras defensivas en el río de Irpavi, que es el mínimo ejemplo de lo que es la improvisación ante los fenómenos que sabemos que pueden ocurrir», precisó.
«Tenemos que tomar conciencia que estos fenómenos se van a repetir y no construir en lugares que están bajo el potencial efecto del cambio climático», indicó. En suma, se trata de una combinación de acciones entre el Estado y sociedad civil para hacer frente a la situación. (Agencias)