miércoles, mayo 8, 2024
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Entre la victoria y el aniquilamiento

La historia no conoce pueblo cuya historia sea constituida de forma más trágica que la boliviana. Mientras en las grandes crisis todos los demás pueblos combatían por el triunfo o la derrota, nosotros siempre hemos luchado por la victoria o el aniquilamiento. Ese destino se observa desde mediados del Siglo XIX con una sucesión de episodios que adquieren intensidad, por lo que un intelectual señaló como causa la lucha entre el coloniaje y el nacionalismo, a la que habría que agregar la pugna entre el feudalismo y la democracia.
Esa es una observación somera de la realidad histórica de Bolivia, pero que se repite al presente por una serie de episodios cotidianos que causan asombro o lástima, sin que se vea salida posible. En efecto, se observa una gran crisis en el aparato del Estado actual, llamado “plurinacional”.
Con algún detalle, se constata que el país marcha a la deriva, sin mando ni orientación que lo lleve a su destino. Es más, solo se observa decadencia. El Órgano Ejecutivo muestra, desde su origen, un estado de desorden y falta de idoneidad, tampoco tiene una orientación de acuerdo con la realidad actual. Eso, por decir lo menos.
Pero, por otro lado, el Órgano Judicial se encuentra en una situación de crisis, lo que inclusive han reconocido, con los conceptos más agudos, las mismas autoridades nacionales, que han propuesto su reforma, sustitución o alguna medida salvadora. Sin embargo, las propuestas han caído en saco roto.
Pero ese problema no solo se refiere a la Justicia, sino también al aparato burocrático que la administra. La proposición, sin embargo, ha fracasado y la posibilidad de elegir a magistrados por vía de una elección popular se ha empantanado y no se soluciona ni uno ni otro conflicto. Al parecer este caso no tiene solución posible ni a corto ni mediano plazo y la descomposición estatal se agrava.
En ese panorama estatal, el virus del deterioro ha ascendido de la crisis general a la crisis particular. El Órgano Legislativo carece de eficiencia, se dedica a asuntos de mínima cuantía y no toma en cuenta los grandes problemas nacionales. Ha perdido la perspectiva histórica y forma parte de la crisis general. Está concentrado en asuntos nimios y cuando se plantea algún asunto nacional, lo elude. Casi doscientos diputados y senadores ven las cosas con displicencia o simplemente no las ven y los representantes de sus partidos se inspiran en asuntos secundarios.
Así, en general, marchamos no hacia la victoria sino al aniquilamiento. La decadencia del Estado es síntoma de una situación política que está engendrando un futuro preocupante, al que se suman muchos otros problemas de cada día.

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