viernes, mayo 3, 2024
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FMI reitera proyección de crecimiento bajo para Bolivia

Hace unas semanas, el Banco Mundial proyectó un crecimiento de 1,9% a Bolivia para 2023 y ahora el Fondo Monetario Internacional (FMI) reitera 1,8%, porcentaje de crecimiento que alcanzará la economía boliviana en la presente gestión. Las proyecciones se dan en un contexto interno y externo complicado.
El nuevo informe del Banco Mundial (BM) baja la previsión de crecimiento económico de Bolivia, de 2,6% en junio a 1,9% en octubre de 2023; la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) fue el más optimista, subió la estimación de 2% en abril a 2,2% en septiembre; el Fondo Monetario Internacional (FMI) mantiene su proyección de abril, en octubre, de 1,8%.
El ministro de Economía y Finanzas Públicas, Marcelo Montenegro, resaltó que Bolivia estará entre las economías que tendrán un mayor crecimiento, a pesar del contexto internacional, con los conflictos bélicos, la guerra Rusia-Ucrania y, ahora, Israel y Hamás.
Asimismo, destacó los indicadores que maneja el Gobierno, como la inflación más baja de la región, pero no indicó a cuánto ascenderá el costo para los bolivianos, si sobre pasará los 2.000 millones de dólares presupuestados; también la tasa de desocupación más baja de la región, pero tampoco indicó que la actual política provocó una mayor informalidad de la economía, al punto que la gente sobrevive cada día con la venta de productos.
Con respecto a la deuda pública, la autoridad evitó responder en concreto si esta alcanzaba el 80% del Producto Interno Bruto (PIB), pues solo atinó a decir que la Externa está controlada y es 29,8% con respecto al PIB, pero no mencionó a cuánto asciende la Interna, que de acuerdo a economistas está por encima de los préstamos externos.

Análisis
Al respecto de las declaraciones de la autoridad de Gobierno, este medio consultó al economista Joshua Bellott Sáenz sobre la apreciación del Ministro de Economía, y dijo que pretender alcanzar la cifra de 4,8%, proyectado por el Gobierno, está lejos.
Indicó que la escasez de dólares en el mercado nacional es resultado de varios indicadores, el principal, el déficit fiscal elevado y crónico.
Señaló que el Gobierno tiene necesidad de dinero y no sólo de bolivianos, sino también de dólares y por ello, va confiscando la divisa a la ciudadanía y práctica una emisión inorgánica, existe la posibilidad que el requerimiento de recursos siga subiendo.
Ese panorama empujaría a Bolivia a un mayor riesgo de desestabilización de la economía, independientemente de los indicadores de inflación y desempleo.

Mercados
Las proyecciones del crecimiento bajo, según los organismos internacionales, obedecerían a las señales que da el país en los mercados internacionales, que ya afectó a la cotización de los bonos soberanos, que bajaron su cotización a la mitad de su valor.
A eso se debe sumar que el riesgo país va subiendo, a pesar de haber bajado con la promulgación de la Ley del Oro, nuevamente empezó a subir debido a que el país ya no cuenta con el metal precioso para respaldar su accionar en el exterior.
El analista financiero Mauricio Ríos García, escribió en su Twitter @riosmauricio: “#Bolivia ¿Cuál es el nivel de riesgo de inversión del Estado Plurinacional a nivel mundial? El mismo que el de Irak o Zimbabwe: 11,4%. Ocupa el lugar 34 de 176. El más riesgoso es Bielorusia con 24,8%. Los más seguros EEUU, Suiza, Suecia, Singapur, Noruega y Nueva Zelanda con 0%”.
Todos los indicadores generan un ambiente de alto riesgo de desestabilización de la economía nacional, sostiene a tiempo de referirse al dato de la cifra de desocupación, de 3,76%, en el que indica que la población ya no cree en el discurso del Gobierno.
La explicación pasa por el alto porcentaje de la informalidad de la economía, que antes del gobierno del MAS estaba en 74%, pero ahora la cifra se incrementó a 85%, provocado por la política gubernamental y la pandemia.
Sostiene que, el crecimiento para la presente gestión no pasará de 2%, para el 2024 y 2025, se estima 1,5%.
De acuerdo a Bellott, las previsiones bajan para Bolivia debido a que el país se va quedando sin recursos y muestra al modelo vulnerable a los shocks internos y externos, sumando la desaceleración de la inversión pública, que dinamiza el mercado nacional.

Crecimiento
Por su parte, el presidente del Colegio de Economistas de Tarija, Fernando Romero, coincide con Bellott, por separado, al indicar que será difícil alcanzar lo proyectado por el Gobierno a principios de año de 4,86%, si el 2022 apenas se alcanzó 3,5%.
El contexto internacional se presenta muy volátil, debido al aumento de la inflación, del desempleo y la caída de la economía China; pero también por los conflictos bélicos Rusia-Ucrania, y ahora, Israel contra el grupo terrorista Hamás.
Y a nivel interno, están los conflictos sociales que deriva en una baja gobernanza, cuya situación provoca que las previsiones de crecimiento no pasen del 2%.
Si bien, la demanda interna por tipo de gasto es 10,12%, la inversión pública apenas alcanza a 1,9%, una cifra menor que no gravita mucho en el PIB. Romero, observa sí el consumo final, que mide el Índice de Productos al Consumidor (IPC), toma en cuenta productos de contrabando, el aporte de la demanda interna sería menor.
Además, los datos de comercio exterior muestran cifras negativas, es decir, se vende menos de lo que se compra, lo que genera mayor presión sobre las Reservas Internacionales Netas (RIN) del Banco Central de Bolivia (BCB).
Asimismo, la inflación en septiembre registró una cifra negativa, pero muy alejada de la realidad de los bolivianos, nuevamente planteó que los estudios sobre este indicador se hagan por departamento y enfocado a artículos de producción nacional y consumo masivo, es decir de la canasta familiar, y se observe cómo afecta el alza del precio al poder adquisitivo de la ciudadanía. Adelantó que la cifra de -0,06 en septiembre, muestra una deflación de la economía.
Mientras tanto, el economista y exdirector del BCB, Gabriel Espinoza, escribió en su Twitter que habló en un medio de comunicación sobre la incertidumbre y el pesimismo de las familias sobre el futuro de la economía boliviana.

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